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Visiones

Distopía

Es un verdadero fastidio que la realidad pandémica esté superando a la ficción, pues ya no hay manera de ver buenas series distópicas como Black Mirror o Years to years sin que, a la vista de los actuales acontecimientos, causen un poco de vergüenza la bisoñez y escasa ocurrencia de unos guionistas que hace solo dos meses nos parecían unos tipos geniales de toda genialidad.

Los mejores giros de guion los escribe la humanidad entera cuando se pone a hacer historia, y la distopía -el relato de sociedades indeseables, autoritarias y deshumanizadas- es un género que borda. Por el contrario, las utopías -el relato de sociedades deseables y humanizadas- apenas se han hecho realidad. Como mucho, en los primeros capítulos de Verano azul. Pero antes de que muriera Chanquete y perdiéramos la inocencia para siempre. Desde aquella primera de Tomás Moro, las utopías han sido un fiasco monumental. Se han convertido en un género imposible de poner en pie, que solo ha servido para llenar hojas de libros gordos, novelerías desfasadas o manifiestos políticos. Y cuando parecía que ese mundo ideal se iba a hacer presente, las utopías se transformaban repentinamente en distopías de pesadilla.

Todo ese horror distópico está escrito, sin ir más lejos, en la historia del siglo XX, cuyos guionistas nunca han sido suficientemente reconocidos por su originalidad y capacidad innovadora. El presente ha adelantado al futuro en esta primavera del 2020, y lo que creímos que nunca pasaría está pasando. Hasta lo más impensable. ¿O alguien pudo jamás concebir una distopía tan cruel en la que ni siquiera hubiera fútbol?

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