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Reflexión de un sábado confitado

Observo triste como las redes sociales y aborregados seguidores atacan duramente a personajes públicos como Iker Jiménez, Doctor Cavadas, Pablo Motos, Pérez-Reverte entre otros, simplemente por ejercer su derecho a la libertad de expresión y opinión; opinión que al no coincidir con el pensamiento del momento es duramente descalificado. Y no son los únicos en sufrir la ira de los intolerantes. Joan Manuel Serrat, Isabel Coixet, Almodóvar, han sido objeto de encarnizados insultos por no compartir una tendencia ideológica concreta. Pero ¿qué tienen en común estos personajes públicos para ser objeto de este linchamiento mediático? Pues que forman parte de la creación científica, artística y literaria de este país, de su cultura y eso es algo que la intolerancia no encaja bien. Decía Marco Aurelio que la destrucción de la inteligencia es una peste mayor que cualquier infección. En esta crisis existe un virus más nocivo que el Covid19: el virus de la ideología política extrema. Para el primero hallaremos vacuna; para el segundo, ya existe, es universal, no necesita receta médica y admite sobredosis. Se llama pensamiento crítico, individual y divergente. Dejemos atrás el verbo grueso, el insulto y pasemos a la crítica constructiva, severa y contundente pero educada. Me temo que no sucederá tal cosa pues incluso aquellos que se creen muy inteligentes, tienen inoculado el virus ideológico hasta la médula y sólo destilan rencor y odio, propagando cuál ventilador el estiércol ideológico de sus afines. ¿Por qué? Puede ser por nuestra propia naturaleza cainita, por el canibalismo político pero me inclino por una razón de mayor peso que Antonio Machado definió acertadamente: "Es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza".

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