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Opinión

La Universidad en tiempos de pandemia

En un artículo reciente, Adela Cortina nos recordaba que los mecanismos de control de una sociedad no se circunscriben únicamente a los dos más conocidos, a saber, las manos invisibles de la economía y del Estado. Incluye como fundamental un tercero, la intangible mano de los valores, las normas y las actitudes cívicas, en definitiva, el carácter de una sociedad. Es quizá por ello que, como afirma Xavier Marcet, el valor de una institución no se calcula solo en base a la capacidad de producir o vender un servicio o un producto sino también en base a la confianza que ésta deposita en aquellos que la forman y que constituye un valor en sí misma, no por difícil de medir, menos importante que los anteriores.

Durante este tiempo de pandemia, el Estado, a través de los gobiernos nacionales, autonómicos y locales, y de sus instituciones, ha dictado multitud de decretos, órdenes ministeriales e instrucciones destinadas a dotar de un marco legal robusto a nuestro país ante la crisis sanitaria, económica y social sin precedentes que nos ha tocado sufrir. La mano invisible del Estado nunca había sido tan visible como estas semanas. Sin embargo, aunque necesaria, no han sido estas medidas las verdaderas protagonistas de la adaptación y el éxito, todavía exiguo y vacilante, en la respuesta a la pandemia. Lo ha sido la acción de la gran mayoría de los ciudadanos que han sabido adaptarse y hacer frente con rapidez al desafío sin precedentes que se nos ha planteado, mostrando en todo momento grandes dosis de civismo, solidaridad y compromiso profesional.

Resulta evidente que la universidad pública española, como parte de la maquinaria del Estado, no ha sido ajena a esta necesidad de regulación y para ello ha empleado decretos, recomendaciones e instrucciones que, producidos desde diversos entes, han procurado adecuar y favorecer la adaptación de las instituciones universitarias a la nueva realidad impuesta por la pandemia y el estado de alarma. Pero si hay algo que sobresale en la rápida adaptación de la universidad a esta nueva situación ha sido su capacidad de utilizar con gran atino la mejor herramienta que dispone: el alto compromiso social y la gran profesionalidad de aquellos que la forman, el profesorado y el personal de administración y servicios.

Sin casi necesidad de instrucciones concretas, cuarenta y ocho horas antes del inicio del estado de alarma buena parte del profesorado ya estaba preparando clases online y contactando con los estudiantes. El personal de administración en pocas horas ya había creado una administración paralela con los medios propios que disponían en sus hogares. La mayoría de las instrucciones y recomendaciones fueron posteriores a esa movilización temprana sin precedentes, y sirvieron para formalizar y canalizar el compromiso con la causa de la educación de todo el personal universitario.

En estas semanas hemos visto colaborar a profesores de distintos departamentos y áreas con objeto de acelerar la curva de aprendizaje en las nuevas tecnologías necesarias en la docencia online. Hemos asistido a la rápida toma de decisiones audaces y acertadas en asuntos de gran importancia, realizadas entre grupos diversos formados por directivos de rectorado, escuelas, facultades, departamentos y representantes de alumnos, decisiones que en condiciones normales hubieran llevado meses, sino años, tomar. Hemos podido comprobar cómo se abría paso con naturalidad el apoyo mutuo entre los servicios administrativos de todo tipo y condición con la intención de flexibilizar y agilizar la siempre compleja administración universitaria. Son muchos los ejemplos de civismo, solidaridad y profesionalidad que han contribuido a adaptar la universidad a la tarea nada fácil del teletrabajo y la docencia a distancia en apenas unas semanas.

En estos dos meses, desde mi puesto de director del Campus de Alcoy de la Universitat Politècnica de València, he sido un testigo privilegiado de este intenso y fructífero trabajo realizado por todos sus integrantes. A pesar de la pesadumbre propia de los momentos que vivimos, me siento muy orgulloso de esta gran familia que es el profesorado, el personal, los investigadores y el alumnado de la UPV. Es indudable que su compromiso personal y profesional ha sido clave en la manera de afrontar con éxito esta crisis.

No me cabe duda de que, si hemos sabido adaptarnos en un tiempo récord esta súbita transformación, la universidad está preparada para poder afrontar con éxito el desafío de la docencia y la investigación en tiempos de pandemia. Sabremos estar de nuevo a la altura de los acontecimientos como hemos sabido estarlo hasta ahora. La sociedad, y muy especialmente los estudiantes y sus familias, no esperan menos de nosotros, no deben hacerlo, es parte de nuestro compromiso con todos ellos.

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