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Juan Carlos Padilla Estrada

Las crónicas de Don Florentino: Julio Anguita

?Bienvenido al Parnasillo, don Julio.

?Es un placer, amigo Florentino. La verdad es que aquí se está a gusto, debatiendo temas de actualidad, alejado de los tejemanejes de la política, sin más preocupación que elucubrar sobre el bien y el mal.

?Esas son las únicas ventajas de nuestra situación, señor Anguita. Por lo demás€

?Comprendo amigo mío, pero es que a mi forma de ser le va esto. Yo soy más bien teórico, de proyectos, manuales y programas.

?Sí€ recuerdo aquello de "programa, programa y programa"

?Me lo recuerdan mucho.

?Es que, entonces, parecía una originalidad que un político pusiera el acento en sus convicciones antes que en las poltronas.

?Me temo que ha seguido siendo así, cuando no más.

?Ahora que ha concluido usted su etapa allá abajo parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo en elogiar su figura política. Y desde todos los puntos de vista del espectro, amigo mío.

?Eso es muy español, don Florentino. Recuerde aquello de "a burro muerto, cebada al rabo".

?Pero lo habitual es que cuando un político se va sus afines le vitoreen y sus contrarios guarden un respetuoso silencio. Pero en su caso€ escuche: "Íntegro, coherente, referente, luchador por la igualdad y la justicia social." "Nunca insultó, era culto y elegante, no descalificaba a sus oponentes".

Y eso ha salido de los labios de políticos de todas las inclinaciones.

?Bueno, bueno€ También se habrán dicho otras cosas menos elogiosas.

?¿Se refiere usted a aquello de la pinza con el PP?

?Precisamente. En los 90 me acusaron de hacer un frente común con Aznar para derrocar a Felipe González. Pero la gente no recuerda la situación que se vivía entonces, con escándalos de corrupción a diario, la guerra sucia contra ETA€ Pero baste recordar una frase mía, pronunciada el mismo día que asesinaron a mi hijo en la guerra de Irak, como sabe todo el mundo, defendida por el propio Aznar: "Malditos sean las guerras y los canallas que las apoyan".

A buen entendedor pocas palabras bastan.

?También le achacan su oposición al sistema de mercado y al europeísmo de Maastrich.

?¡Y eso es cierto! Formaba parte lógica de mi ideología y mi programa. No se olvide usted, yo era ?y sigo siendo? comunista.

?No lo olvido, don Julio. Como tampoco que fue usted el primer alcalde comunista de una capital de provincia tras la transición democrática. Y de usted se decía, también en aquel tiempo, que no era un gran gestor y que tenía escasa cintura política.

?¡También cierto, por favor! ¿Pero sabe usted una cosa?

?No, pero estoy seguro de que me la va usted a contar.

?Así es. Yo no sabía de casi nada, como la inmensa mayoría de los políticos. Pero decidí rodearme de personas que fueran competentes, hasta brillantes. Y esa, créame don Florentino, es la mejor decisión que un político puede tomar.

?Quizá ahora lo que predomina es lo contrario, iluso amigo mío.

?Y es lógico. Porque cuando un mediocre asciende por encima de su umbral de incompetencia, lo que pretende es rodearse de ineptos para, por contraste, agigantarse él mismo. ¿Quiere que le dé nombres?

?No creo que haga falta, viejo profesor. Los españoles los están sufriendo como nunca en la historia. Y esa mediocridad es más hiriente cuando se compara con los que ya no están. Sean de la orientación política que sean.

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