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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Me pongo de pie

El Consell dejó entrever ayer que, coincidiendo con la apertura de la segunda fase, es probable que la semana próxima podamos bañarnos en nuestras playas. El anuncio, independientemente de llenar de gozo, sugiere que la foto del día D, a la hora H, será similar a la que vemos plasmada en este periódico cada vez que dan el pistoletazo de salida de la Vuelta a la Escollera o a la travesía a nado Santa Pola-Tabarca. Es decir, la imagen de la arena tomada por una multitud de bañistas que, en posición de carrera, fijan la mirada hacia el agua como si alguien la fuera a robar.

En Alicante hay «mono de mar», pero «mono de mar» bien merecido. El pasado sábado tuve la ocasión de recrear una vez más la vista desde el apartamento de unos amigos en la calle Virgen del Socorro, justo enfrente del Postiguet. Esa mañana vi el agua más cristalina que nunca, que alcanzaba la orilla para besar una arena más lisa que nunca y, al mismo tiempo, más tranquila y solitaria que nunca. Y eso habla mucho y bien de los alicantinos. Hartos de ver imágenes del personal saltándose el confinamiento y hurtando chapuzones a escondidas por otros puntos de la geografía nacional, disfruté de ese momento en que se te llena la boca de elogios por la lección de civismo que se ha dado en nuestra costa. Así que me pongo de pie, va por ustedes. Y sigo. Este último sábado, permítanme que me recree, la estampa invitaba a pecar. El termómetro ascendió varios grados, los suficientes para que, conjugados con los días de confinamiento almacenados, el mercurio hiciera reventar el tubo de la paciencia. Pero no. Con las gotas de sudor recorriendo la frente, un temblor nervioso por los pliegues de la nuca, el tic del ojo y los colmillos pisando el labio, el personal miraba hacia el mar como lo haría Chaplin en su papel de vagabundo ante una milhoja de Seguí. Sin embargo, la peña se quedó en su sitio, quieta por la plaza Topete y el Paseo de Gómiz, alejada del agua, soportando el calor y esa tentación en forma de postal que provocaba frustración, pero no despertó incivismo. Así que, de nuevo, debo ponerme de pie. Va por ustedes. Y sigo. El sábado no fue un caso aislado, varios amigos han pasado el confinamiento frente a ese rincón mediterráneo y aseguran no haber visto a nadie saltarse las normas. Sobreponerse a la seductora llamada de esa parte de la naturaleza de manera continuada cuando el calor aprieta no está al alcance de todo el mundo. Por eso hay que ponerse de pie y desear que, a partir del lunes, disfruten del baño. Se lo han ganado.

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