Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Miguel Ángel Santos Guerra

Negociación, no chantaje ni mercadeo

No me gusta la descalificación genérica de la clase política. Es profundamente antidemocrática. Lo cual no quiere decir que no podamos criticar esta o aquella actitud, este o aquel comportamiento. Pero no se puede decir que todos los políticos sean malos, ni que todos sean iguales. Porque no es verdad.

El día 19 de mayo se votó en el Congreso de los Diputados la quinta prórroga del estado de alarma. Fue aprobada por una ajustada mayoría absoluta. Para alcanzar esa mayoría el gobierno tuvo que hacer las negociaciones que le exigían las circunstancias. Es sabido que el Partido Socialista tiene solo 120 diputados y Unidas Podemos 35. Para conseguir la mayoría absoluta de 176 era necesario negociar.

Hablamos hasta la extenuación de la importancia del diálogo y de la necesidad de la negociación pero, cuando el presidente del gobierno dialoga, cuando negocia y cuando llega a acuerdos, es tacharlo de funambulista, mercader o trilero. Ni es justo, ni es razonable.

A mi juicio, la única cuestión que había que debatir en las negociaciones era la necesidad, o la conveniencia al menos, del estado de alarma desde el punto de vista sanitario o desde cualquier otro punto de vista: jurídico (necesidad del cercenamiento de libertades), político (centralización de la gestión de la crisis), económico (incidencia del estado de alarma en la vida laboral), psicológico (saturación de la ciudadanía después de tantos días de confinamiento)?

Pero el miércoles pasado me encontré con que el contenido de las negociaciones no era ese. El contenido de la negociación era el interés partidista de quien negociaba con el Gobierno. Es decir, que si este cedía a la petición del negociador, el voto sería favorable. La negociación se convierte entonces en un chantaje, en un puro mercadeo. Como no me concedas, como no me des, como no retires, como no avances, como no retrocedas, como no calles, como no digas? no voto a favor de la propuesta.

Yo me pregunto dónde queda el interés de la ciudadanía. ¿Qué es lo que se negocia? No la salud de las personas sino la derogación íntegra de la reforma laboral, la entrega de dinero a esta comunidad, la apertura de una mesa de diálogo para otra, la ampliación de las competencias para la de más allá?

De donde se deduce que no se está negociando sobre el asunto en cuestión sino aprovechando la negociación para sacar tajada. «Negociar no es regatear, ceder o imponer. Negociar es un proceso de comunicación para buscar un punto de encuentro en el que todos salgan ganando», dice Alejandro Hernández en El pequeño libro de la negociación. Yo diría, en este caso, en el que la ciudadanía salga ganando.

Luego vienen las firmas apresuradas, la opacidad sobre lo acordado y la exigencia del cumplimiento de lo firmado una vez desvelado el contenido. Usted me pone una pistola en la nuca, me hace firmar que le voy a pagar un millón de euros y después airea el documento diciendo pacta servanda sunt (los pactos obligan).

Por lo visto, la cuestión central, que es la salud de la población, es lo de menos. Vox ha votado negativamente en las cinco ocasiones que se ha propuesto el estado de alarma. Es decir, que por Vox habríamos estado todos en la calle y habríamos seguido teniendo 900 muertos diarios y 35% de contagio diario, como al principio. Ningún gobierno del mundo ha tomado la decisión de dejar a toda la gente en la calle. Lo importante para Vox es decir no al Gobierno, lo deseable es tumbar al Gobierno. Lo importante para Vox es aplaudir las caceroladas y caravanas de coches enarbolando banderas contra el gobierno. Y el PP votó sí en las tres primeras, se abstuvo en la cuarta y anunció ya entonces que votaría que no en la quinta, sin esperar a ver qué decían los datos sanitarios, qué decía la ciencia.

Para Bildu lo importante no era la salud y el control de la epidemia, era aprovechar la ocasión para conseguir la derogación íntegra de la reforma laboral del PP. Pero, ¿qué tiene que ver una cosa con otra? Pues tiene que ver algo muy importante: que podía ser utilizada como moneda de cambio, como elemento del chantaje. O derogas la reforma laboral de forma integra o voto no a la propuesta. Oiga, ¿y si la propuesta de prórroga es necesaria para controlar la pandemia? Por eso duele ver a Otegui levantando el documento y diciendo que cuando un vasco da su palabra, la cumple.

Gabriel Rufián vota no porque el Gobierno no garantiza la celeridad deseada para abrir la mesa de diálogo y no solo dice no a la propuesta de un nuevo estado de alarma sino que amenaza con romper el pacto de legislatura. Pero, ¿de qué iba la votación? Porque yo creía que se trataba de aprobar o rechazar la nueva prorroga.

Hasta el portavoz de Compromís, señor Joan Baldoví, cercano a la política del Gobierno, a quien frecuentemente aplaudo por su sensatez, anuncia que va a votar en contra porque en la negociación el presidente no ha aceptado la petición de una cantidad de dinero que solicitaba para la Comunidad Autónoma Valenciana.

Un mercado en el que parece contar todo menos aquello que se está votando. ¿Qué perversión es esta? ¿Qué caminos han conducido a esta vergonzante compraventa? Al ser una práctica frecuente ya no parece tan escandalosa. Pero lo es. Se trata de practicar la habilidad de salir ganando, no de buscar el bien común. «La diplomacia es el arte de hacer que otro se salga con la nuestra», dice el diplomático italiano Daniele Vare.

Estoy escribiendo un libro sobre la importancia, las exigencias y las habilidades que requiere la negociación. Inmerso en muchas lecturas y en interminables reflexiones me he dado de bruces contra este espectáculo.

Un espectáculo aderezado con los reiterados insultos de la oposición al gobierno. Ni una situación de la gravedad que tiene esta pandemia les hace reflexionar y abandonar las actitudes hostiles. No me quiero dar por vencido. Albergo la esperanza de que puedan recapacitar a tiempo y llegar a la conclusión de que es necesaria la unidad para salir de este atolladero. En Friburgo, Ana Díez Aritzakera escribe en un diario de tirada nacional: «En tiempos de crisis, los inteligentes buscan soluciones y los necios buscan culpables».

Cuando dice la oposición que el Gobierno es criminal y que ha hundido la economía, ¿es que no se ha enterado todavía de que existe un virus que está causando en todo el mundo tan poderosos estragos?, ¿es que no han mirado un centímetro más allá de sus narices?, ¿es que no son capaces de pensar que a los demás también les duelen los muertos y las penurias de la gente?

La negociación auténtica exige unas reglas del juego que la conviertan en un proceso ético, respetuoso y democrático. Cuando no existe equilibrio entre las partes que dialogan (una tiene poder y otra no, una tiene destreza y otra no, una tiene información y otra no, una juega limpio y otra no?) es imposible calificarla de justa.

Y, en este caso, el gobierno se salva de la más grave acusación. Porque el gobierno tenía la imperiosa necesidad de defender la salud de la ciudadanía. Y tenía que conseguir los votos necesarios para sacarla adelante. Ha sido la oposición la que ha aprovechado la ocasión para convertir la negociación en un chantaje

El próximo día 3 de junio, miércoles, volveremos a presenciar otra sesión parlamentaria en la que espero que no se repita el vergonzoso espectáculo del que hemos sido víctimas. Deseo que no se produzca la misma sarta de errores y el mismo clima de crispación y de agresividad. Espero que nuestros políticos hagan caso a Alfred Font Barrot que, en su libro Las 12 leyes de la negociación, dice que «ser inteligente es mejor que ser agresivo».

Amar la palabra. Cuidar la palabra. Estar informado. Escuchar con atención. Argumentar con rigor. Respetar al otro. Tener empatía. Buscar el bien común. Decir la verdad. Eso es negociar. Lo otro es chantaje y mercadeo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats