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Juan Carlos Padilla Estrada

Médico, escritor y autor del libro El siglo de los indomables

Juan Carlos Padilla Estrada

Campechano I el dudoso

-Preocupado es poco, don florentino

-Pero si usted era el ángel guardián de su Majestad, don Sabino.

-Lo fui, lo fui, durante bastante tiempo. Pero las cosas se fueron torciendo, poco a poco, ¿sabe usted?, como esos arbolitos que se desvían hacia donde no queremos. Se intenta, ponemos un tutor, otro, pero el tronco tira y tira hacia donde no debe. Hasta que llega un momento que lo dejamos crecer y que sea lo que Dios quiera.

-Comprendo€

-Lo cierto es que fueron algunos años felices, menos de los que la gente cree. Campe -perdone el apócope- se comportó bien al principio. Y hay que otorgarle el mérito que tuvo en su día. Mire usted, don Florentino, dirigir en un país como España una transición hacia la democracia, viniendo de donde se venía, de un Régimen autocrático de 40 años, donde estaban encapsulados hábitos, privilegios y personajes, era realmente difícil. Y él lo hizo. Recuerde, si no, cuando tuvo que desembarazarse de Carlos Arias Navarro, el guardián de la ortodoxia franquista, y lo sustituyó por un joven y desconocido Adolfo Suárez. Aún recuerdo los aullidos de la caverna€

-Aquello fue audaz, desde luego.

-Fue más que eso, don Florentino. Fue una apuesta al todo o nada. Si llega a salir mal, la democracia, la corona y el país se hubieran ido al garete y hubiéramos tenido, probablemente, una nueva guerra entre hermanos, entre los partidarios de mantener un sistema autocrático que les confería privilegios y los que clamaban por un sistema de libertades.

-Estoy seguro de ello.

-Pero aquello se salvó con nota. Con sobresaliente, diría yo.

-Y luego llegó el intento de golpe de Estado del 23 F.

-Sí€

-Y ahí todos los historiadores coinciden en que usted tuvo mucho que ver, don Sabino.

-En realidad fue su Majestad€

-Aun se recuerda la frase aquella, refiriéndose al general Armada: "Ni está ni se le espera". Y fue suya.

-Es cierto que en aquella horrible tarde-noche tuvimos que tomar decisiones y, sobre todo, reconocer quien era quien, porque había muchos, bueno, algunos militares que vestían dos uniformes. Pero se superó, y su Majestad estuvo a la altura de la Historia.

-Lo contrario le habría sepultado.

-Es cierto. Pero ahora es fácil saberlo. Entonces€

-Pero luego€ ¿qué pasó luego?

-Ay, amigo mío€ ¿Sabe usted lo que es el sentirse todopoderoso? ¿Rodeado de una camarilla de aduladores cuando no de aprovechados? ¿Se imagina usted la sensación de ocupar un sillón que pende de un hilo, sentir que en cualquier momento te puede suceder lo mismo que a su abuelo y verse obligado a hacer las maletas y salir exilado de España?

-No sé si es excusa.

-No lo es. Solo estoy definiendo las circunstancias.

-Lo cierto es que empezó una vida€ digamos no ejemplar.

-Bueno€ la ejemplaridad es relativa, aunque es el mayor patrimonio de una institución con la real, anacrónica en todos los aspectos. Y si no se embute en un excelso comportamiento, el resultado es el que estamos viendo ahora: La desafección.

-¿No colaboraría a ello la ilegitimidad?

-Sé por dónde va, amigo mío. La monarquía fue colada como de rondón en el referéndum constitucional, no hubo opción de pronunciamiento de los españoles hacia su sistema de gobierno. Se les dijo: "Esto es un todo: Libertad, democracia, corona. Si queréis tomadlo, si no, volvemos a lo anterior" Y claro€

-Además está el tema de la inviolabilidad del Rey.

-Otro error, sí. Pero nada de eso justifica el pluriempleo real.

-¿Perdón?

-El monarca no puede trabajar por las mañanas para el Estado y por las tardes como comisionista. Todo va en el sueldo.

-Comprendo. ¿Se le ocurre algún remedio para este descalzaperros?

-Sí. Felipe, el preparado, es un tipo austero y serio. No va a caer en los charcos que pisó su padre. Pero debería legitimarse.

-Y eso, ¿cómo se hace?

-En mi opinión, con dos cosas: Referéndum en el que los españoles elijan entre Monarquía o República y reforma constitucional en la que se suprima la inviolabilidad del Rey, y vuelva a ser como cualquier ciudadano en ese aspecto de responsabilidad legal.

-¿Lo cree factible, de verdad?

-Hombre, don Florentino. Con estos políticos, creo factible cualquier cosa. Créame, cualquier cosa.

-Estoy de acuerdo con usted. Los políticos actuales son manifiestamente mejorables. Pero también coincidirá conmigo en que un sistema que encarcela a dirigentes del partido del gobierno, al cuñado del Jefe del Estado y a otras personalidades otrora muy relevantes, de alguna manera, funciona.

-Es cierto, don Florentino. De alguna manera no: de una manera muy importante.

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