Es muy sencillo, defiende la dictadura del proletariado, todos lo hemos visto y oído. Se apunta a la democracia porque, como él mismo dice, el término dictadura, se adorne con el adjetivo que se adorne, no “mola y no hay quien lo venda”. No es un demócrata sino que utiliza el marco democrático para acabar con él tal y como lo conocemos. Es lo que han hecho siempre los partidos autoritarios, de uno y otro lado. Lo paradójico es que esta verdad en la opinión pública está tuerta y solo opera para los partidos de derechas. Nadie en su sano juicio, si desea un buen resultado electoral o simplemente que no le cierren todas las puertas, apela a figuras como Franco, Musolini o Hitler, Pinochet, Fujimori, Somoza o Berlusconi. Ni siquiera hay que explicar por qué, todos lo entienden. Pero, sorprendentemente, hay un posicionamiento diferente con sus homólogos de enfrente: Castro, Mao, Lenin, Chávez, Maduro, Daniel Ortega.

Iglesias se permite reivindicar su adscripción comunista (ahora atenuada por cuestiones estratégicas simplemente) y no sufre un vacío generalizado del mismo tenor que tendría un líder en España, o fuera de aquí, si hiciese lo mismo reivindicando el fascismo. Defiende un modelo de sociedad contrario al que tenemos, lo ha dicho de pequeño y de mayor, y existen demasiadas pruebas de su violencia ideológica y de acción como para dudar de sus posiciones. Pero parece que al hacerlo desde la izquierda tenga una legitimidad de origen que dulcifica lo que en el otro bando nos parece incuestionablemente abominable. No hace falta ser mala persona para defender ideologías dañinas: comunistas, fascistas, nacionalistas e integristas teocráticos piensan que eso es lo mejor para su país.

Cómo mueren las democracias” es un libro de S. Levitsky y D. Ziblatt que explica con casos de uno y otro lado cómo, actualmente, las democracias se destruyen preferentemente desde el interior, no con asonadas. Personajes como Otegui, Torra o Irene Montero una vez dentro socaban las instituciones, eliminan la separación de poderes, infestan la administración de amiguetes, promulgan leyes de dudosa constitucionalidad y acaban subvirtiendo el sistema en otra cosa. Iglesias, Rufián, Junqueras son anomalías…no pueden ser socios de gobierno. TODOS han abominado de la Constitución, su objetivo es cargarse nuestra democracia; de hecho algunos lo intentaron y ahora están en la cárcel, pero nos incomoda llamarles golpistas cuando lo hacemos con tanta suficiencia cuando nos referimos a Tejero.

No sé dónde está el encanto de Iglesias cuyo comportamiento ha significado una reprobación de todo cuanto dijo defender antes de acceder al sillón. Actualmente es más casta que la mayoría de los políticos en activo: su chalet comprado con créditos de la caja de ahorros del partido a precio de amigo, la superescolta en la puerta, la mujer ministra - ¿recordáis las críticas a Ana Botella?-, las ex-amantes al último escaño, los críticos fuera del partido, los congresos amañados, la dirección del partido unánime, el sueldo íntegro, los amigos colocados en puestos que exigen ser funcionario de carrera por la patilla; además de censor de escraches y manifestaciones cuando van contra él, ya no le gusta la gimnasia democrática.

Yo no lo acuso de nada que él no haya proclamado recientemente. Tenemos la obligación de convertir las antiguallas que representa el neo-comunismo y el nacionalismo en fuerzas residuales y caricaturescas como Fuerza Nueva o Falange, a quienes nadie se toma en serio actualmente, atavismos anacrónicos. Y los medios no pueden eludir su responsabilidad.