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Camilo José Cela Conde

Conspiraciones

Por más que el filósofo de la ciencia Karl Popper dedicase numerosos recursos y tiempo a combatir las teorías conspirativas, cada vez que surge un problema serio abundan quienes quieren ver en la malignidad de un Gobierno, o de una empresa, la causa de que haya aparecido el desastre. El Covid-19 no iba a ser, por supuesto, la excepción. Los conspiradores se dividen entre quienes apuntan a un laboratorio chino de Wuhan y los que optan, como no, por una universidad de los Estados Unidos. Todos ellos comparten sin embargo el medio que convierte la teoría conspirativa en arma letal: las redes sociales. La capacidad para difundir cualquier tipo de pensamiento disparatado, siempre que llame la atención, supera en mucho la eficacia del coronavirus para extenderse y ya hemos visto lo poco que ha tardado en invadir la práctica totalidad del planeta. Como, por añadidura, las redes sociales no cuentan con mecanismo alguno para impedir que se propaguen las noticias falsas -utilizadas a menudo por los mismos que sacan provecho de ellas, como es el caso de los populistas (con el presidente Trump a la cabeza)-, la infección está servida. Más raro es que un científico acometa el objetivo de difundir teorías conspirativas. Pero un artículo publicado en la revista Science pone de manifiesto el daño que se causa por esa vía. Dicha revista ha puesto en marcha un nuevo departamento fast-cheking, independiente de la dirección, que se ocupa de analizar el contenido de verdad y de mentira de las polémicas científicas. En este caso ha centrado el foco en un vídeo que se ha vuelto viral lanzado por una viróloga, Judy Mikovits, para atacar al director de la Agencia Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci. La abundancia de incoherencias ha llevado a Facebook y Youtube a retirar el vídeo pero éste sigue vivo, como no, en el mundo infinito de internet. Mikovits publicó en 1992 un artículo en Science que fue luego retirado por todos sus autores, salvo ella. Pero lo interesante de su figura pública actual es que sostiene que el Covid-19 fue manipulado en colaboración entre laboratorios de Carolina del Norte, el departamento de investigación del ejército estadounidense y el Instituto de Virología de Wuhan. Y añade un par de detalles prácticos: si se pone usted una mascarilla, desarrollará enfermedades derivadas de los coronavirus que haya en su organismo. Si es el Covid-19, ¡bingo! Por otra parte, en las vacaciones no vaya a la playa ni se bañe en el mar, que son fuentes de contagio. El fast-cheking de Science recuerda que no existe ni la menor evidencia científica de que las mascarillas multipliquen el riesgo -más bien al contrario- o de que el Covid-19 se propague por la arena o el agua marina. Pero no dejes nunca que una realidad científica te desmonte una teoría atractiva de la conspiración.

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