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José María de Loma

Desayuno

Ayer fui a desayunar a un sitio de ricos y como el camarero creyó que era rico me cobró una cantidad indecente para un pobre. Menos mal que soy de clase media. Menos mal que no pedí un segundo café, hubiera tenido que empeñar algo para pagar. Me está bien empleado, a quién se le ocurre invadir un barrio que no es el suyo. Yo en mi barrio medio no veo pobres ni ricos, somos todos de mixto y café con leche, o sea, normalitos, y quien quiere un zumo natural, un té exótico o pastitas francesas ya sabe dónde tiene que ir, lo mismo que quien quiere una rebanada de pan a lo basto y bruto pringosa. La vez anterior que me salí de mi territorio di en un bar en el que al pedir un sandwichi mixto me pusieron un queso un poco mejor de lo normal, se notaba claramente. El jamón York también era de mejor calidad, ya debí percatarme cuando en la carta figuraba como jamón cocido. Cuando dicen jamón cocido yo me temo lo peor, me temo incluso jamón cocido, si bien lo que quiero es jamón York. Jamón York que en no pocos lugares, tal vez por una puntillosa afición a la exactitud, llaman jamón de York, o sea, no es que York sea el apellido, es que es el sitio. Bueno, a lo que iba, que me querían meter en el pitufo un euro. No dentro, o sea, no en el pan con el jamón y el queso, quiero decir en la cuenta. Oiga, oiga, le dije al encargado, que esto no es un barrio de ricos. Pues usted no tiene pinta de pobre, me espetó malencarado. Y no me espetó a mí, como a una sardina, de milagro. Desconcertado, pero halagado, todo hay que decirlo, pagué el euro de más e incluso dejé veinte céntimos de propina, un acto este que, bien pensado, creo que en lugar de granjearme la simpatía del encargado y el camarero, me dieron fama de tieso y tacaño, a quién se le ocurre dejar una propina tan mísera.

En los barrios pobres la gente es más educada, da las gracias y todos tan contentos. Y propina que se ahorran. Toda esta teoría desayunante puede ser sin embargo refutada por cualquier lector cuya experiencia sea otra, tal vez con una carta al director después de leer esta columna desayunando. O incluso si el periódico es lo que sirve de desayuno, cosa no tan rara. Yo he llegado a alimentarme de columnas, algunas son muy nutritivas, sobre todo si están escritas por gente que las escribe bien. Además suelen ser gratis, lo cual es una gran ventaja. No para el que las escribe, claro. Los reportajes y las crónicas también alimentan, incluso las entrevistas, aunque si es con alguien muy sesudo yo me las leo con un descafeinado, que si no con tantas ideas y además cafeína me duele la cabeza. Y entonces a lo mejor se me olvida dejar propina o se me olvida que no estoy en mi barrio. El queso en barra deberían prohibirlo.

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