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Manuel Desantes Real

¿Dónde está Europa? (X) - El acuerdo y sus jirones

"Acuerdo". Siete letras bastaron a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, para twittear al mundo a las seis de la madrugada del 21 de julio que, tras cuatro agotadores días con sus noches, los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros de la Unión Europea habían decidido por unanimidad dotarse de un presupuesto septenal (2021-2027) de 1.824.300 millones de euros, casi el doble que el anterior (2014-2020), cifrado en 959.510 millones. Todo ello sin poder contar ya con las contribuciones directas del Reino Unido -cifradas en alrededor de 70.000 millones-, lo que obligará a buscar nuevos recursos propios -tasas digital y sobre plásticos no reciclados, mecanismos de ajuste sobre el carbono en frontera €- y a incrementar la aportación de cada Estado.

Esta cifra mareante del presupuesto de la UE es el resultado de dos partidas: por una parte, el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-2027, que comprende 1.074.300 millones; por otra, las medidas extraordinarias incluidas en el instrumento "Next Generation UE", a saber, 750.000 millones, de los cuales 390.000 millones son ayudas directas a fondo perdido destinadas a los países más castigados por la crisis (52% del total) y 360.000 millones son préstamos (48% del total). Gran parte de este instrumento se destina al Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, la joya de la corona

¿Cómo se ha conseguido el acuerdo? Formalmente, el Consejo Europeo comenzó el viernes 17 de mayo por la mañana y finalizó el martes 21 de madrugada. En la práctica, sin embargo, ha habido dos Consejos muy diferentes. En el primero, que ocupó todo el día 17, Michel intentó imponer el Plan presentado una semana antes, Plan que expuse en mi anterior contribución en este diario y que, como es bien sabido, era vetado por los países "frugales", que se negaban a aceptar cualquier tipo de subvención. Al final del día no alumbro la fumata blanca y en otras circunstancias ello hubiera supuesto el fracaso del Consejo Europeo y la convocatoria de otro inmediatamente antes o después del mes de agosto como último recurso. Charles Michel había perdido la batalla.

Sin embargo, ganó la guerra. Es verdad, no hubo acuerdo el viernes 17, pero quedó patente que los países "frugales" no estaban ya en condiciones de vetar las subvenciones y las aceptarían a regañadientes. En otras palabras: se les podía convencer con concesiones. Así que dicho y hecho: había que continuar el Consejo hasta que el mercadeo diera su fruto € lo que ocurrió tres días después.

¿Son las concesiones jirones inevitables asumibles? Juzgue el lector. A mi modo de ver, sí, sobre todo si consideramos la posible alternativa: el empantanamiento total del proceso. Pero la función no ha acabado, me temo. El jueves 23 de julio el Parlamento Europeo puso patas arriba el MFP y por una mayoría aplastante lanzó un mensaje inequívoco al Consejo: o se reforma, o lo bloquearemos. Y ese mismo día la presidente de la Comisión lamentaba las "dolorosas decisiones de recorte en varios programas cruciales". Son los quejidos lógicos y coherentes de dos instituciones que han trabajado de forma muy eficiente durante estos meses y que a largo plazo saldrán beneficiadas del envite € pero que han sido convidadas de piedra en este largo puente de fin de semana.

Cinco de estas concesiones van dirigidas a calmar a los países "frugales". Primera, la reducción del MFP de 1.100.000 a 1074.300 millones, lo que a primera vista no parece muy significativo pero ha hecho saltar las alarmas en el Parlamento Europeo y en la Comisión. Segunda, el tijeretazo de las subvenciones (del 66% al 52% del total) y el correspondiente aumento de los préstamos (del 33 al 48%), puesto que el monto total del Mecanismo sigue siendo el propuesto por la Comisión a finales de mayo. Tercera, el control de la asignación de los Fondos, que se desembolsarán entre 2021 y 2023: los importantísimos planes nacionales de recuperación y resiliencia deben ser evaluados por la Comisión Europea y bendecidos por el Consejo de ministros por mayoría cualificada (55% de los Estados miembros que comprendan al menos un 65% de la población de los 27) para que pueda desembolsarse el dinero, lo que ocurrirá tan sólo si a) son coherentes con las recomendaciones específicas para cada país, b) van dirigidos al refuerzo del potencial de crecimiento, la creación de empleo y la resiliencia económica y social y c) contribuyen a la transición ecológica -ojo: el 30% de todo el Mecanismo va a esta partida- y digital. Cuarta, la creación de un "freno de emergencia", que no es un veto pero puede dilatar la transferencia de las ayudas: si un Estado considera que otro está incumpliendo con el Plan puede pedir excepcionalmente que el asunto se lleve al Consejo Europeo, que decidirá, en su caso, por mayoría cualificada y no por unanimidad. Y quinta, la ampliación -en lugar de la supresión que pedía la Comisión- de los descuentos a la contribución al presupuesto de Alemania, Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca, lo que implica alrededor de 52.000 millones de euros en los próximos siete años.

Por otra parte, en el fragor de la prioridad -alcanzar el acuerdo presupuestario a toda costa- Polonia y Hungría han conseguido matizar la propuesta que vinculaba el desembolso de los fondos al respeto del Estado de Derecho: las conclusiones del Consejo Europeo se limitan a subrayar la importancia de esta cuestión y a advertir de que la Comisión podrá proponer medidas que debe aprobar el Consejo por mayoría cualificada. Como es de esperar, el Parlamento Europeo ha anunciado ya que este aspecto es vital y que debe renegociarse. Y tiene toda la razón.

En fin, toda negociación conlleva, como siempre, perjudicados, y en este caso son los de siempre: o desaparecen o se ven muy menguados los Fondos de rescate de empresas y de Transición Justa para las antiguas zonas mineras y los Programas de Salud, de Ciencia e Innovación Horizonte Europa, de Erasmus y de Migraciones, iniciativas todas ellas impulsadas directamente por la Comisión Europea y avaladas por el Parlamento, que luchará por su reincorporación.

Digerida la euforia inicial -acuerdo histórico, momento cumbre, lluvia de millones- y el humo de los primeros días, corresponde ahora evaluar lo acontecido con serenidad y extraer conclusiones desde las diversas lógicas que le afectan directamente, querido lector: europea, nacional, autonómica, provincial y local. Queda mucha tarea por delante, pero el mensaje nuclear hay que anunciarlo a los cuatro vientos: Europa vuelve a tener una oportunidad y los europeos debemos manifestarnos públicamente no solo orgullosos sino comprometidos hasta la médula con el futuro que vamos a dejarle a nuestros hijos en esta tierra antigua, la nuestra.

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