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Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Guion para Hitchcock

Los intercambios de golpes entre Estados Unidos y China progresan inadecuadamente. Uno ordena cerrar un consulado del otro en su país, e idéntica acción se repite pero al revés. Juegan al intercambio de cierres, que siempre resulta divertido, y la tensión de la historia va en aumento. Las dos principales potencias del mundo fomentan una inestable relación que empeora con rumbo hacia una posible nueva Guerra Fría. Ni van por el mejor camino ni quieren que los demás circulen por él.

Por un lado, en una de las esquinas del cuadrilátero, la China autoritaria que «amenaza la libertad en todas partes». En el otro rincón, Estados Unidos, con Trump al frente del combate con no sé cuántos asaltos, como una de las grandes intimidaciones para los derechos humanos y la democracia en Occidente, en pro de un supuesto bienestar. Así que lo tenemos claro con los dos. El desafío continúa acusándose ambos países de ser un peligro.

¿Ha intentado la inteligencia del país asiático robar datos secretos sobre el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus en un par de empresas estadounidenses? ¿El consulado chino era un centro de espionaje? «Acusaciones maliciosas», según China. Y siguen las intrigas palaciegas en este guion que podría haber dirigido el mago del suspense, Hitchcock. Tensan la cuerda y vuelven a tensarla. Trump ya acusó a Pekín de ocultar el virus es sus primeras fases y de controlar a los burócratas de la Organización Mundial de la Salud, y el otro bando señala que se ignoraron las advertencias.

A la guerra tecnológica hay que añadir la guerra comercial (arancelaria) que sigue activa, con vaivenes, entre los dos países. Una tormenta perfecta bien representada en el año electoral de Trump. La borrasca amenaza aunque este cogiese la maleta y se largase de la Casa Blanca, cosa que puede ocurrir porque el candidato demócrata, Joe Biden, le supera en intención de voto.

La pandemia, con un sistema de salud que tiene al sector privado como el mayor proveedor de servicios sanitarios (así van las cosas), y las protestas raciales le están pasando factura al mandatario estadounidense, quien acusa a la familia del exvicepresidente y candidato Biden de negocios oscuros en el gigante asiático. Ahora sí le importan a Trump, enmascarado y con sus fines electorales en primer término, la honestidad y la salud de la población.

El origen del virus y sus graves repercusiones, en todos los aspectos, continúan alimentando el choque que libran las dos mayores economías del planeta. El Gobierno de Washington pide daños y perjuicios, o el impago de la deuda billonaria que mantiene con Pekín. El Reino Unido, Alemania y otros países se suman y solicitan una investigación internacional acerca del confuso origen de la pandemia colectiva.

Es indiscutible que la gestión de esta crisis podría haber sido más óptima por parte de todos. La competición económica, especialmente, se amplificará. Y las teorías de la conspiración continúan, como lo de que la Covid-19 se originó en un laboratorio del ejército estadounidense. El cruce de acusaciones y los intereses de cada uno están ahí.

A este asunto se alista la mediática viróloga Li-Meng Ya, huida en abril a Estados Unidos. ¿Casualidad? Dice que tiene pruebas sólidas de las mentiras del Gobierno chino referentes a la pandemia. ¿Veracidad o ansias de fama y gloria? Veremos. Mientras, los rebrotes no dan pausa. Pero suena la música veraniega con mascarilla y medidas (peores o mejores) de seguridad, y la distancia social de dos metros se acorta demasiadas veces.

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