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Javier Cuervo

Ni "autoexilio" ni "ejemplar"

Llamar "autoexilio" al abandono a escondidas de Juan Carlos de Borbón del país que reinó va más allá de lo que recomienda la etiqueta. Las dos primeras acepciones de la palabra "exilio" son las que mejor encajan: "separación de una persona de la tierra en que vive" y "expatriación, generalmente por motivos políticos". En el primer caso cabe una ambigüedad muy generosa en su uso respecto a los fugitivos de la justicia, porque no diríamos de Luis Roldán -que cuando era director de la Guardia Civil cobró comisiones, defraudó a Hacienda y blanqueó dinero (entre otros delitos)- que se autoexilió en Laos. La expatriación por motivos políticos encaja mejor, pero de modo laxo dado que la institución que propicia esta salida de España, la monarquía, gusta presentarse como apolítica.

En todo caso, "autoexilio", esa salida que decide uno, está siendo contradicha por los mismos que la usan cuando defienden que ésta es una decisión de Felipe VI para alejar la imagen de la corrupción de una institución que se usa de ejemplo de ejemplaridad.

He ahí hay otra palabra que los nombradores de la corona deberían desterrar -"autoexiliar", dirán ellos- de su glosario: "ejemplaridad". Servir de ejemplo es dificilísimo y muy cansado. No hay quien lo aguante cuarenta años y menos conforme aumentan la transparencia y el escrutinio.

Además, llevamos 12 Borbones en 300 años y vemos que no propenden, que no se da, en general, que sean modélicos. O sí. Según la idea que se tenga de este país, al margen de que se le mire como unidad o se le vea como conjunto. El ejemplo es algo que se imita, que se sigue. Luego puede ser bueno o malo, dos valores antitéticos que hace toda una posmodernidad que dependen del IBEX 35.

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