El caso es que los choques en las diferentes competiciones siguieron marcando el paso y en 2018, ayer mismo, el aún marido de doña Sofía volvió a estar presente en una final por segundo año consecutivo, en esta ocasión del equipo de Zidane frente al Liverpool, esa en la que el guardameta red, rubio y teutón como Corina, se retrató al dar manotazos de un lado para otro haciendo saltar por los aires la igualdad preconizada, más que por la constitución, por las casas de apuestas que, a modo de tómbola, a veces algo sí convergen. De hecho fue una publicación como Monarquía confidencial la que describió de este modo la circunstancia por la que la Casa Real envió a quien envió a Kiev:
«Felipe VI lo ha vuelto a hacer y manda al padre en su lugar. El rey emérito es un reconocido madridista, algo que su hijo sabe y aprecia». Al menos esto sí que lo conocía el jefe del Estado y a la hora de pasarse la pelota uno a otro, salvo una excepción, lo que le ha tocado a este ha sido la Europa ligui. Sabemos que las ayudas a la dependencia se demoran lo suyo y también que, a la de 2015 en Berlín en la que el Barça se citó con la Juve, no acudieron ni el padre ni el hijo ni el espíritu santo, dándole transferencias plenas a Soraya. El independentismo agradeció de todo corazón el gesto.
Hasta que los de Florentino se las vean con Pep solo se hablará de lo mismo. De plantarse Sergio Ramos en la final, el remate que pondría el colofón a este ciclo sería ver adentrarse por allí a don Juan Carlos. Es lo único que le hace falta al var.