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Francisco Esquivel

Madre mía, qué situación

Los abusos de poder en todas sus modalidades se convirtieron en el oscuro objeto de deseo con el faro de la objetividad prendido

En quinto de Bachillerato a mi padre se le escapó que ojalá hiciera Medicina. Ese verano, yendo hacia la playa, mi primo se aplastó los dedos con la puerta del bus, anduvo tan ricamente hacia el hospital de al lado y, el que cayó redondo en la acera al verlos, fui yo. Asunto zanjado.

Con la década avanzada, Lou Grant fue la serie que propinó el empujoncito final a parte de quienes soñaban con surfear una vida distinta a la dictada, emboscados en el frenesí del punto y final. Aquella generación albergaba una necesidad imperiosa de emplear el bisturí para desentrañar tanto como se había silenciado. Los abusos de poder en todas sus modalidades se convirtieron en el oscuro objeto de deseo con el faro de la objetividad prendido. Bien que lo remarca la filósofa y pensadora Hannah Arendt: «La libertad de opinión es una farsa si no se apoya en información objetiva, que es la que garantiza que nos podamos pronunciar sobre algo», y quién soy yo para llevarle la contraria. Mi padre medio se salió con la suya y el amigo que me hizo clavar los codos es uno de nuestros mejores oncólogos.

Las carreras vinculadas a la salud vuelven a acaparar la mayor demanda universitaria. El tirón de la redacción ficticia de Los Angeles Tribune ha sido reemplazado por el sonido real de las palmas florecidas en primavera. La muchachada se ha percatado de que por aquí algo gordo falla. El modelo de estado y el enjambre ulterior precisan de anticoagulantes para que tanto trombo no traiga un ictus de consideración en el diabólico presente con un futuro que paqué, amenizado por el navegante con más trienios de la Casa Real que en plena pandemia se ha puesto el mundo por montera intentando que se mantenga en tinieblas y, otra vez, bajo el silencio.

Desde las cercanías del quirófano se oye una voz que clama: «Nos han disfrazado de héroes cuando les ha interesado; ahora otra vez solo mano de obra barata». Para ellos somos la uci y, la denuncia, el último recodo a fin de lograr que haya medicina. El caso es que mi padre se salga con la suya.

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