Juan Carlos I ha puesto "tierra de por medio", que se decía cuando se fugaban el "marido calavera" o el "hijo bala" para alejarse de los problemas que habían creado. Son tres expresiones añosas y van bien al caso, que huele a antiguo. Por bien que se esté de euros y neuronas, una persona es mayor porque sus vivencias se arrugan, sus recuerdos se descuelgan y sus cosas se ven anticuadas.
Con el Covid 19 por el planeta, el abuelo debería haber quedado en casa en lugar de iniciar la vuelta al mundo de mentira, en la que cada día cambia de supuesto destino. Aunque lleve mascarilla en la escalerilla del avión a Abu Dabi, no es buen ejemplo para las nietas ejemplares, contradice el exitoso mensaje del presidente de la Asociación de Abuelos y Abuelas de España recriminando a los jóvenes inconscientes e irrita a los padres a los que empiezan a amenazar con multas si sus hijos incumplen las reglas de la subnormalidad actual.
Sabremos el auténtico paradero del nómada emérito cuando quieran, como sabemos las pistas falsas con las que quieren despistarnos en defensa propia y sin cargo de conciencia porque la verdad es profundamente antimonárquica. (La monarquía se basa en la ilusión, es decir, en un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad). La infraestructura del despiste, el Inserso de la trola, puede soltar una foto aquí, un despiste allá porque al emérito le beneficia que el periodismo no tiene dinero para safaris reales desde que Internet abolió la propiedad, la firma, el ejemplar, el precio y la exclusiva, cuyo tiempo de explotación ha pasado de un día a un segundo, el que tarda en copiarlo y difundirlo la competencia o cualquier lector, y la publicidad ya no cubre los picos de audiencia. No paga el tiro.
