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Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

Boris Johnson ha puesto la puntilla, pero el verano nos lo hemos cargado entre todos

Poco a poco, y a medida que avanzaba la desescalada y entrábamos en la nueva normalidad, España se ha ido ganando el dudoso honor de convertirse en el estado europeo, al menos del espacio Schengen, que peor ha controlado y gestionado la expansión del coronavirus con rebrotes y más rebrotes por pueblos y ciudades, hasta el punto de enfilar la segunda quincena de agosto como el estado más apestado de la Unión Europea. Salvo Portugal y dos o tres países fieles más, no hay gobierno europeo que no haya puesto restricciones a los viajeros que crucen sus fronteras tras un viaje por España. Arrancó el 26 de julio el Reino Unido, pero tras la cuarentena decretada por Boris Johnson - el premier británico nos ha devuelto en el peor momento la pedrada que España dio a los turistas ingleses en marzo-, se han ido apuntando muchos más, dándonos una estocada turística de la que va a ser complicado recuperarse -los hay que estiran el inicio de la verdadera normalidad a 2025-, y más para la provincia de Alicante, donde puede tener unas consecuencias catastróficas por aquello del 25% de la contribución del turismo al PIB. Vamos, que veremos a qué puesto se puede caer en generación de riqueza cuando acabe esta pesadilla de la que parecía nos habíamos despertado a principios de julio, pero en la que nos hemos vuelto a meter de lleno en agosto. Consuela conocer que, de momento, los hospitales no están colapsados y las UCI afrontan el día a día más aliviadas que durante el estado de alarma, aunque leyendo y escuchando los partes diarios de Sanidad, no sabemos qué nos puede deparar el día siguiente y la amenaza de un nuevo confinamiento es real, algo que enterraría la economía de una provincia que hoy la tiene cogida con alfileres. De momento, en los próximos días el ocio nocturno cerrará.

Lo peor de todo es que la sensación que se nos queda tras ver imágenes de botellones, cines de verano en los que nadie guarda la distancia de seguridad, discotecas a reventar, corrillos de amigos, o de personas que se acaban de conocer, departiendo juntitos en el banco de un parque, mascarillas rotas y usadas tiradas por cualquier parte menos en la papelera? es que buena parte del mérito de que hayamos vuelto al punto de partida del nefasto mes de marzo es nuestro. La irresponsabilidad con la que la gente se ha tomado la manera de prevenir los contagios del virus está directamente relacionada con lo que nos está pasando porque, además, todo apunta (avances en la obtención de la vacuna aparte) a que ni la comunidad científica ha tenido claro el comportamiento de este virus, del que nos dijeron que se achicharraría con los calores del verano pero que, paradójicamente, ha vuelto con más fuerza en plena canícula. Vamos, que por no respetar no respeta ni a los cordobeses, que viven durante agosto en un horno.

Decía que Boris Johnson, el mismo que pone trabas a los británicos para viajar a Benidorm pero no es capaz -¿o no le interesa?- de poner orden a la masificación de las playas de Brighton, nos ha dado la puntilla con la cuarentena en pleno agosto, que ha dejado a la Costa Blanca sin cerca de 250.000 turistas ingleses. De ahí que ahora mismo, y salvo milagro con los españoles y portugueses que puedan llegar atraídos por la campaña de hoteleros y Diputación, el turismo de la provincia y, por ende, el sector servicios en general -el mazazo es histórico- va a necesitar más que nunca el apoyo de una Administración que, me temo, lo ha fiado todo al dinero que llegará de Europa

De entrada, nadie parece dudar ya que los ERTE (pan para hoy y hambre para mañana si no vienen acompañados de medidas imaginativas y efectivas para la creación de empleo) deben estirarse hasta bien entrado 2021, porque de no ser así el otoño y el invierno resultarán letales para miles de trabajadores. Hablamos de muchos colectivos. Del recepcionista de un hotel, la camarera de pisos, el trabajador de un comercio textil, el vendedor de lavadoras, el reponedor de un supermercado o la persona que te pone el café por la mañana. La recesión que sufre el turismo -el dato de que en Benidorm haya descendido un 30% la población habitual en agosto está ahí y es extensible al resto de los municipios turísticos- arrastra directamente a 300.000 familias en la provincia, pero indirectamente incide en el resto de la población, por mucho que no haya perdido el trabajo.

¿Quién no conoce a algún amigo o familiar con empleo que, visto lo visto, ha cancelado su viaje de vacaciones, la compra de un coche o, simplemente, la renovación de la televisión o salir de rebajas? Los rebrotes de covid-19 han encendido las alarmas del sector turístico (machacado tras una primavera perdida, un verano para olvidar y un otoño incierto) y del resto de la economía por mucho que haya demanda y esté contenida. Hasta los bancos, garantes hasta ahora de que la economía de familias y pymes no se colapse por completo, han reforzado sus departamentos de control de la morosidad para afrontar un repunte de impagos. Ni la crisis inmobiliaria de 2008 dejó un escenario tan peligroso y, lo peor, nadie sabe cuándo se verá la luz.

Había que abrir la economía, por supuesto. Un segundo confinamiento llevaría a Alicante al fondo del precipicio, pero, desgraciadamente, buena parte de culpa de ello, nadie quiere que se produzca, la vamos a tener los propios ciudadanos por nuestro comportamiento. Ni multas, ni contagios, ni muertos. Somos el país europeo con las peores ratios de control del virus y se acerca septiembre, el mes en el que vuelve la actividad en colegios y universidades. Entre los chistes que han circulado en los últimos días por las redes llama la atención uno que alertaba de que los grandes comercios y, uno en concreto, no habían anunciado todavía la «Vuelta al cole». Ya la publicita. No estamos, ni mucho menos, para gracietas, por lo que solo queda apelar a esa responsabilidad de la que no hemos hecho gala en las últimas semanas para evitar nuevos desastres porque, aunque pueda parecer frívolo con miles de familiares y amigos víctimas del covid, la salud económica también es importante.

¿Multas? Mas que controlar a la gente que se acerca a la playa para ver si lleva puesta la mascarilla, haría bien la Policía en acercarse a las puertas, por ejemplo, de esos establecimientos, que los hay, que a las 8.30 de la mañana seguían hasta ahora con clientes que hace horas se habían quitado la mascarilla. Los ayuntamientos se forrarían y evitarían más de un contacto de esos que los gurús de la pandemia consideran sociales. Cierto que todo acabará, esperemos, con la vacuna, pero faltan meses. Respetemos al virus, no vaya a ser que cuando llegue el antídoto ya no haya nada que salvar. De momento, las medidas profilácticas impuestas por casi todos los países europeos pueden dejarnos sin dos millones de turistas extranjeros hasta final de este 2020. Calculen las pérdidas.

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