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Rafael Simón Gil

Inocentes delincuentes y delincuentes inocentes

El partido de extrema izquierda Unidas Podemos no está pasando por sus mejores momentos, ni políticos ni judiciales

Entre la alarmante y descontrolada pandemia sanitaria que vivimos gracias a haber alcanzado el estado de nueva normalidad (siempre me pregunté en qué consistía esa boutade llamada normalidad nueva, una cursilada parecida a los eslóganes progres tan caros a esa aburguesada gauche divinne que se pasa la vida salvado África desde Nueva York, París o Ginebra, no desde África, como hacen miles de misioneros y misioneras católicos; y ahora lo comprendo: nueva normalidad significa que nos tenemos que acostumbrar a los estados permanentes de alarma -Simón e Illa mediante- porque si no viene el coco y nos come); entre ese caos sanitario, digo, y la pandemia ética que respecto de determinadas cuestiones judiciales nos están acostumbrando la extrema izquierda y el separatismo xenófobo, discurren los tediosos días de agosto tan solo alterados por el benefactor y consentido ruido de las motos a escape libre, las verdaderas dueñas de la playa y la ciudad (de mayor, como estaré sordo, voy a comprarme una moto trucada con permiso municipal para reventar los tímpanos de los contribuyentes y hacer ricos a mis amigos otorrinos; pero ya digo, de mayor).

El partido de extrema izquierda Unidas Podemos no está pasando por sus mejores momentos, ni políticos ni judiciales. Al estrepitoso fracaso cosechado en las últimas elecciones celebradas en Galicia y Vascongadas por la formación ultraizquierdista sin que el amado amo y exlocutor de La Tuerka asuma un ápice de responsabilidad, algo muy propio de seres superiores como Pablo Iglesias -el otro-, se suman ahora varias actuaciones judiciales que pueden suponer para el nihilismo inmobiliario un otoño más caliente que los que acostumbraban a incendiar ellos y ellas a base de escarches a opositores políticos administrados como jarabe democrático. Puede que todo lo que le está pasando al rey Juan Carlos I empezara en una desafortunada cacería, puede; y puede también que todo lo que le está ocurriendo a Unidas Podemos y a su mitificado líder empezara en un suntuoso chalet soñado al estilo de las aspiraciones propias de un pequeño burgués. Un regio chalet (permítanme la analogía) de ensoñación burguesa que fue refrendado por las bases del partido, algo que avergonzaría a cualquier demócrata europeo. De los enternecedores sueños de chalet familiar en la sierra con piscina y zona de invitados, allí donde no hay proletarios, ni obreros, ni paro, ni suciedad, ni polución, ni inseguridad, ni okupas, se ha pasado a la pesadilla de la Audiencia Nacional y los juzgados, donde los jueces investigan cosas supuestamente muy feas de Podemos y varios de sus líderes.

Mientras un juzgado de instrucción de Madrid llama como investigados (antes imputados) a varios miembros de la cúpula de Podemos por presunta financiación irregular y a Podemos como persona jurídica en calidad de investigado, el juez de la Audiencia Nacional García Castellón prosigue su investigación en el caso Dina, donde Pablo Iglesias (el otro) se encontraba primero como víctima de las cloacas policiales y mediáticas, según él y su cohorte, y ahora no sabemos cómo se encuentra, si es que se encuentra. Al verse ellos y ellas sometidos al imperio de la ley y la independencia de los jueces, el que pudo ser presidente de la Tercera República Española y de momento es portavoz del ultraizquierdista Unidas Podemos en el Congreso, Echenique, suelta de nuevo la lengua (no el dinero para pagar las cuotas de la Seguridad Social de su empleado, eso no) diciendo que la investigación judicial no cuenta con pruebas y es un "juicio fake". Por el contrario, según el futuro candidato republicano, Juan Carlos I ha huido al extranjero con millones de euros defraudados a Hacienda. Es decir, Echenique, para que mis dos avezadas lectoras entiendan esta nueva normalidad: resulta que Juan Carlos I, sin tan siquiera estar sometido a investigación judicial, es un huido de la Justicia por defraudar millones a Hacienda, mientras que Podemos y varios de sus dirigentes que están investigados por la justicia se encuentran ante un juicio falso. ¿Delincuentes tratados como inocentes e inocentes tratados como delincuentes? Comprenderán ahora por qué produce escalofríos imaginarse a Pablo Echenique presidente de la Tercera República, Jefe del Estado, conociendo lo respetuoso que es con la independencia de los jueces.

Si no les parece bastante la nueva normalidad que respecto a la independencia de los jueces propone Unidas Podemos, dense una vueltecita por el separatismo racista catalán para comprobar en sus carnes (las de ustedes) qué concepto tienen de la Justicia. La familia Pujol, de una ejemplaridad política y moral muy por encima de cualquier familia española e infinitamente más rica, al ser "invitada" a sentarse en el banquillo de los acusados por el juez de la audiencia Nacional José de la Mata, carga con dureza contra el auto del juez aduciendo que se ven en esa situación (no de pobreza, sino de tristeza judicial) por llamarse Pujol. Si, por ejemplo, se hubieran llamado Martínez o Sánchez (con perdón) -de indudable origen charnego- y no supieran hablar catalán, nada les habría ocurrido. Al mismo tiempo, Ómnium Cultural -esa suerte de ONG independentista que según diversos medios recibió millones de euros en subvenciones públicas-, siempre en permanente estado de silencio respecto de la virtuosa familia Pujol, pide al Tribunal Supremo retirar el pasaporte a Juan Carlos I y activar una búsqueda internacional. Lo dicho, inocentes delincuentes y delincuentes inocentes. Es la nueva normalidad, pero les aconsejo que se pongan mascarilla por si el hedor que destila les resulta insoportable. Vayan acostumbrándose. A más ver.

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