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Jorge Dezcallar

Revive la esperanza demócrata

Debemos seguir de cerca estas elecciones porque lo que ocurra en noviembre nos afectará a todos

La esperanza se llama Joseph Robinette Biden, jr. y mañana la Convención Demócrata de Milwaukee con?rmará su candidatura a la presidencia de los EEUU, en compañía de Kamala Harris como candidata a la vicepresidencia. Y eso a pesar de que no he visto campaña menos fogosa y de menor nivel mediático que la suya pues parece más preocupado en no meter la pata que en lanzar propuestas electrizantes al electorado, con la esperanza de que mientras tanto Donald Trump se hunda bajo el peso de su nefasta gestión de la pandemia (170.000 muertos hasta ahora) y de los con?ictos raciales que parece querer avivar en lugar de apagar. El resto lo hace la recesión que trae el coronavirus con cifras de desempleo como no se veían desde 1929. La ola empuja a Biden y eso es una buena noticia para el mundo.

A principios de año todo era muy diferente y la suerte sonreía a Trump, que siempre ha contado con una sólida base de apoyo blanca y evangelista respaldada por una economía pujante gracias a bajadas de impuestos, endeudamiento para el futuro y un desempleo tan bajo que recordaba a los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Acababa de derrotar el intento Demócrata de destituirle (Impeachment), tenía la moral por las nubes, se disponía a “arreglar” Oriente Medio con su cacareada “Visión” y se enfrentaba al mismo tiempo con China, Rusia, Europa y esas moscas cojoneras que son Irán y Corea del Norte. Todos a la vez porque andaba sobrado. Pero eso era hace ocho meses y hoy el escenario ha cambiado tanto que las encuestas dan como ganador a Biden por una amplia ventaja que reconoce la misma cadena televisiva Fox, muy sesgada a favor de Trump. La ventaja de Biden se da entre los jóvenes, las mujeres, los blancos educados, los afroamericanos y los hispanos, y también en los estados cruciales de Wisconsin, Virginia y Minnesota, mientras gana terreno en tradicionales feudos conservadores como Arizona, o en la misma Florida (estado voluble por excelencia) donde la pandemia hace estragos.

En el ámbito exterior, con Biden cambiarán tanto las formas como las políticas. Con él regresarán el multilateralismo que ha sido práctica norteamericana desde 1945 hasta que llegó Donald Trump, y volverá el diálogo y el respeto por las organizaciones y tratados internacionales como la ONU, la OMS o la OTAN, el Acuerdo Nuclear con Irán y el Tratado de Cambio Climático de París. Biden buscará recuperar los amigos y aliados perdidos por los modos e impredecibilidad del actual presidente y mejorará la relación con Europa aunque insistirá, como todos sus predecesores, en que debemos contribuir más a nuestra propia defensa. En Oriente Medio no habrá muchas diferencias entre Biden y Trump (salvo en relación con Irán) pues ambos desean una rápida retirada de tropas sin que ninguno haya ofrecido ideas sobre el futuro. Con Israel Biden irá con pies de plomo, sin llegar al apoyo acrítico de Trump pero sin arriesgarse a perder el respaldo de los lobbies judíos. Con Rusia se las tendrá tiesas por sus violaciones del derecho internacional en Ucrania y Crimea, pero es probable que reanude las conversaciones sobre desarme nuclear pues el Tratado START sobre misiles intercontinentales caduca en pocos meses. Con China las relaciones no mejorarán a medio plazo porque tanto Republicanos como Demócratas ven su ascenso como una amenaza a la seguridad de los EEUU, y piensan que ha llegado el momento de enfrentar sus ambiciones en Asia, su desarrollo tecnológico y militar y sus prácticas comerciales poco ortodoxas. Por no hablar de derechos humanos. Las espadas seguirán en alto.

No todo es color de rosa. A Biden le falta olfato político a pesar de 36 años de experiencia como senador y vicepresidente. Tampoco tiene el carisma que sobraba a Obama y a Clinton. Educado, suave en el hablar, sin una palabra más alta que la otra, Biden no entusiasma a las multitudes y lo sabe, como también sabe que en el pasado se equivocó en cuestiones importantes de política exterior como oponerse a la guerra de liberación de Kuwait y apoyar la de Irak. Y luego quiso despedazar Irak para crear tres países para sunnitas, chiítas y kurdos. Pero como lo sabe y es hombre que escucha, para evitar estos errores se ha rodeado de un equipo de nada menos que 2000 (!) asesores en temas internacionales entre los que destacan nombres prestigiosos de la época de Obama como Tony Blinken y Phil Gordon. Y además ha tenido la inteligencia de escoger como vicepresidente a la senadora californiana Kamala Harris, una afroamericana descrita como “moderada pragmática”, imagen del “sueño americano” como hija de inmigrantes de Jamaica y la India, que es un gancho a los sectores más progreso del partido, refuerza mucho la candidatura y, dada la edad de Biden, podría un día sucederle en la Casa Blanca.

Pero tres meses son mucho tiempo con la que está cayendo y no es imposible que ocurra algo que de otro vuelco a la situación pues ya se sabe que, como dice el refranero, “hasta el rabo, todo es toro”. Por eso de aquí a las elecciones veremos cosas insospechadas como el reciente acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, que acaba de anunciar la Casa Blanca a bombo y platillo. Sin descartar que Trump rechace un resultado que le sea desfavorable pues es capaz de eso y de mucho más, y un anticipo es su actual descali?cación del voto por correo.

Debemos seguir de cerca estas elecciones porque lo que ocurra en noviembre nos afectará a todos.

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