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Opinión

¿Qué es un rey para ti?

La educación plástica y visual intenta que los educandos desarrollen la capacidad de expresión, crítica, análisis, apreciación y categorización de imágenes. Es como si fuesen unos periodistas en pequeño, si le sumamos la actualidad o el concepto «mundo».

El sincretismo que rodea la plástica con la que el alumnado nacional opta a concursar anualmente en el programa «¿Qué es un rey para ti?» resume sus ideas de la monarquía. Se remiten a cuadros, figuras y constructos manuales que recrean el mapa de España, el rojo y gualda por bandera, una corona a lo Mariscal o un retrato del monarca con la inocencia del Ecce Homo de Borja.

La buena educación nos obliga a orientar a los escolares para que, con absoluta libertad y con toda la información sobre la mesa, sean capaces de resumir la situación actual de la Corona. Por mucho que nos escaqueemos ante una separación matrimonial, la pérdida de un ser querido o cualquier acontecimiento traumático, a la infancia hay que hablarle en plata con el áurea fina de la asertividad del momento de su desarrollo, a modo de cuento pero sin tapujos.

Que los chavales sepan qué se está cociendo, en lo que para nosotros ha de ser un ejemplo de transparencia, no es ningún trauma, antes bien es la aceptación de la verdad verdadera, y que su imaginación dé rienda suelta a lo que políticamente sea correcto para el colegio o Comunidad a la que representan en este concurso que va por la cuarenta edición, toda una vida.

Autonomías hay que emplean libros de texto con contenidos de su intrahistoria propiciatoria, caldo de cultivo para una emancipación nacional, y nadie se rasga las vestiduras. El problema está en que la verdad verdadera es de los peques.

Al igual que educamos para afrontar la condición de género, prevenimos la precocidad en el maltrato; la orientación que evita el consumo de drogas, el pacifismo, el feminismo o hacemos pedagogía de la sexualidad, no está de más que los menores tengan una conciencia clara de qué es el cohecho, la prevaricación o la malversación que afecta a todos los cargos públicos, incluida la Casa Real en la que alguno de sus miembros asume la privación de libertad u otros hacen virguerías para evitar ser imputados. No hay piedras que arrojar, pues nadie en su familia está libre de pecado. Es la verdad verdadera.

A nuestros hijos y nietos hay que decirles la verdad verdadera, no otra. Que tenemos un regente que nos reconforta, con la proyección de una futura reina que acabe salvando casa y muebles de la monarquía, pero ello no evita que los peques se pronuncien e interioricen el riesgo que existe al no ser honestos, honrados y demás valores con los que deben llenar sus mochilas. Esa es la verdad verdadera de la plástica y de unos pequeños periodistas críticos.

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