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La marcha del Rey

El rey emérito se despidió de su hijo en una carta diciéndole que se trasladaba de España, ya que la divulgación de ciertos acontecimientos en relación con su vida privada pudiera perjudicar a la Corona cuyo titular es su hijo Felipe. Sabemos que actualmente se encuentra en los Emiratos Árabes. Con motivo de esta marcha precipitada y ocultando su destino a la opinión pública, se han disparado en los medios de comunicación unas críticas muy negativas sobre la actuación de este rey, que parece ha desprestigiado a la Corona y extendiéndose a la institución monárquica; pues en una monarquía hereditaria, como es, su legitimación y consenso popular depende de la honradez y dignidad de su titular actual y de quien lo ha sido durante muchos años.

Algunos monárquicos o defensores del pacto de la transición defienden a Juan Carlos, por su historial en beneficio de la democracia que disfrutamos por su decidida actuación aún en los momentos más difíciles; y además porque debemos respetar el principio de presunción de inocencia. En este sentido, acaba de declarar la ministra de Defensa que el rey emérito es beneficiario de este principio de inocencia hasta que no se destruya por una sentencia firme.

En primer lugar, su majestad emérita no puede ser sujeto a responsabilidad alguna, según principio medieval recogido en nuestra Constitución, por lo que no puede ser juzgado ni condenado, siempre es inocente. Si admitimos que puede ser juzgado por hechos posteriores a su abdicación a la Corona, resulta que los regalos de otros reyes como los 100 millones por la alegría de tener estos reyezuelos un AVE en el desierto, igual que el regalo de 65 millones a su querida, no son delictivos y que a lo mejor desconocía que tenía que pagar los impuestos, pues los reyes nunca han pagado impuestos (¡qué ocurrencia pagar su majestad!), creo que no lo han hecho hasta hace poco, o los posibles delitos han prescrito, así que es inocente, siempre inocente.

De todas formas, no se debería insistir mucho en el principio de presunción de inocencia, pues se pone en evidencia al rey Felipe, que renunció a la futura herencia de su padre inocente, y no se diga de la privación de su sueldo de 200 mil euros que le correspondía por su permanencia a la Casa Real. ¿Os figuráis que os quitaran el sueldo sin ni siquiera un miserable expediente disciplinario? Las decisiones reales, son inmunes, pero si el emérito interpusiera un recurso contencioso administrativo para recuperar su sueldo, lo ganaría con costas.

Si se marchara el rey verdadero, se dice que podrían venir los malos, y cargarse nuestra democrática Edad Media, que tanto nos ha costado. Las cosas de reyes no son de mortales, están más allá. En Inglaterra su Iglesia está presidida como jefe espiritual por la reina Isabel, si los españoles tuviéramos religión semejante, nuestro Papa seria Juan Carlos. Preferimos al nuestro, soltero y sin estos líos amorosos y familiares y ahorrando el oro en El Vaticano.

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