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Carlos Gómez Gil

Sociólogo y politólogo

Carlos Gómez Gil

La conjura de los idiotas

Naturalmente que esto del coronavirus es una gigantesca mentira de los socialcomunistas que quieren imponer un nuevo orden mundial con el apoyo de Bill Gates, George Soros y la complicidad de unos profesionales sanitarios que solo buscan más dinero. Así lo gritan allí donde pueden y lo explican en las redes sociales, donde afortunadamente todavía pueden difundir la verdad que otros nos quieren ocultar, señalando a los culpables de este fabuloso engaño.

Por eso no paran de repetir que la pandemia ha terminado porque nunca ha habido un virus, cuando en realidad la gente ha enfermado porque la vacuna de la gripe contenía un tóxico, ocultando que la neumonía es causada por los chemtrails que dejan los aviones en el cielo al coincidir con las ondas magnéticas del 5G. Y con la excusa de atendernos y curarnos, están aplicando una terapia genética para controlarnos, reducir la población y quedarse con nuestros hijos, dentro de ese nuevo proyecto de orden mundial que pretende limitar nuestras libertades.

De hecho, tratan de ocultarnos que la covid-19 no existe y por eso queremos que nos enseñen el virus, para verlo con nuestros propios ojos. La gente no muere de coronavirus, como nos dicen, sino de otras patologías previas, hasta el punto que las neumonías están causadas por el uso continuado de esas mascarillas que ahora nos quieren imponer, al igual que esas vacunas que, afirman, nos inyectarán para inmunizarnos, cuando en realidad quieren introducirnos los microchips ID2020 fabricados por Microsoft, con los que poder tener un control total sobre nuestras vidas. Además, los hospitales están vacíos y nos ofrecen imágenes falsas para atemorizar a la gente, porque médicos y enfermeras están conchabados con los socialcomunistas, ocultando los tratamientos eficaces que realmente curan a la gente, como la lejía prémium, que igual cura el autismo que el coronavirus.

Estas y otras muchas barbaridades disparatadas se pueden leer habitualmente en las redes sociales y son difundidas, sin inmutarse, por los manifestantes que se vienen reuniendo en concentraciones como la que tuvo lugar el pasado domingo en Madrid contra el uso de mascarillas. Esta protesta acabó siendo un aquelarre contra la ciencia y la racionalidad, vulnerando de manera deliberada las normas sanitarias básicas, llegándose a escupir a periodistas que cubrían el acto. Por cierto, promovido activamente desde las redes sociales por una persona empeñada en extender bulos y falsedades, ahora destacado militante y agitador de Vox pero que fue edil por Ciudadanos en la anterior legislatura municipal, cuya única acción destacable, siendo concejal, fue hacerse una liposucción. Algún día, Ciudadanos en Alicante debería explicar cómo fue capaz de poner en su candidatura municipal a semejante personaje y pedir perdón por ello.

Parece que nos equivocamos al pensar que tendríamos que luchar con todas nuestras fuerzas contra el coronavirus, porque también tendremos que dedicarlas contra no pocos idiotas que, como patógenos, no dejan de esparcir su dañino estiércol. Unos descerebrados que se prestan a alimentar todo tipo de teorías conspiratorias, que llegan a negar desde la existencia del cambio climático a la violencia de género, pasando incluso por cuestionar el genocidio que protagonizó Hitler, impulsados en todo el mundo por la extrema derecha neofascista que, en España, se mueve alrededor de Vox.

Todo ello tiene, como denominador común, el culto a la ignorancia junto al desprecio por el conocimiento empírico y el método científico, además de un profundo rechazo hacia la cultura, lo que les convierte en una amenaza, ya que, como bien señaló Carlo María Cipolla en su ensayo "Allegro ma non troppo", una persona estúpida es la más peligrosa que puede existir, ya que es a la sociedad a quien le toca sufrir las consecuencias de su obscena ignorancia, y ahí es donde viene el lío. Porque el tonto actúa sin ninguna lógica, sin que se pueda razonar con él o hacerle entender que hay otras personas que a lo largo del tiempo han dedicado mucho esfuerzo para generar conocimiento y ciencia. Eso para él es inútil, algo inservible, porque lo que en cada momento los idiotas defienden son sus tonterías, sin ninguna duda, con la fe del carbonero. Precisamente algunas de las ideologías ultraderechistas que con paso firme avanzan, se nutren de estos personajes, alimentándoles de ideas disparatadas que les proporcionan una cosmovisión de palurdos infalible, que no les exige leer, estudiar o esforzarse en adquirir conocimiento, algo que desprecian profundamente.

Por si fuera poco, todos esos bobos contemporáneos tienen, hoy en día, algo peligrosísimo a su alcance que, ni siquiera, requiere saber escribir, como son las redes sociales. Umberto Eco afirmaba que las redes sociales han promovido al tonto del pueblo como portador de la verdad, un tonto contemporáneo que utiliza unas herramientas sociales que permiten a legiones de idiotas difundir su peligroso veneno a nivel universal, cuando antes lo hacían, a lo sumo, en el bar. Se trata de un cuñadismo tecnológico contemporáneo que confunde la reflexión con el rebuzno, difundiendo insultos y disparates sin límite, como vemos diariamente en ese estercolero en el que se han convertido las redes.

La estupidez es inmune al conocimiento, a la razón y a la ciencia. Por eso, muchos tontos conjurados desde las redes sociales, como sucede hoy día, tienen una enorme capacidad para hacer daño y montar follón. Ahora tocan las mascarillas, mañana ya veremos.

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