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Nervioso como un cochino

Lo hemos visto en televisión, de ahí nuestra repulsa y mirada sulfurada. Me refiero a la escena inadmisible de un malhechor, que elige a su víctima inocente, una anciana, abordándola cuando ésta intentaba entrar al portal de su comunidad, tras la compra. Pintaba el sol de oro cuando este tipejo cobarde, acorralaba a la anciana en el interior del portal y, en su intento fácil, incide en robarle la cartera. Ante la poca resistencia de la señora, el valiente ladrón, le lanza un formidable golpe de puño y codo en la cara, con lo que la mujer se desploma ensangrentada. Su despreciable botín fueron 40 euros y dos tarjetas bancarias y el DNI.

Una escena sin sonrisas, con la indignación clavada en el corazón y, que de no haberse grabado y mostrado en televisión hasta convertirse en caso mediático, a los dos minutos la olvidaríamos, pues nuestras leyes, algunas distan mucho de ser modernas, eficaces y, sobre todo justas. Estos tipos suelen quedar libres a las pocas horas de cometer su fechoría. Entran por una puerta de la comisaría y salen tan libres y emocionados para volver a delinquir, que asusta, amén de tocar la moral de los cuerpos policiales al preguntarse eso de: para qué sirve todo su esfuerzo en detenerlos y ponerlos a buen recaudo, cuando salen libres y reincidentes.

Todos lo vimos, este malhechor se mostró nervioso como un cochino, no le bastó ni la indefensión de la anciana, ni el que estaba sólo para hacer lo que quería. Tuvo que maltratarla con alevosía, y eso nos da señal de la baja calaña de este tipo, quién, como si sintiera mal asiento, salió precipitado del portal. ¡Hasta dónde vamos a llegar por vivir mostrando nuestra debilidad por los años, enfermedad o accidentes! ¿Somos todos vulnerables a tipos con ojeras negras como la noche?

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