En su larga espera del trono, Carlos de Inglaterra abrió hace 30 años una empresa de productos orgánicos. La huerta y la jardinería son ocupaciones del tiempo adecuadas para las familias reales porque consiguen alimento y belleza con vida domesticada y, para una visión aristocrática de la Historia, eso podría definir lo que es un buen reinado. El príncipe cría ovejas, bueyes y cerdos y cultiva trigo orgánico con el que fabrica galletas de la fortuna. La empresa facturó 221 millones de euros.

(Esta historia recuerda Granujas de medio pelo, la película de Woody Allen en la que unos ladrones quieren desvalijar un banco por el método del butrón. Alquilan el local vecino y, como pantalla, abren un horno de galletas. Antes del golpe, las galletas les hacen millonarios).

El príncipe dejará la empresa en 2021. Isabel II, reina desde 1952, tiene 94 años y el covid la ha confinado. Carlos, de 71, pisa el último peldaño de la sucesión escalonada tras años y yerros de espera.

Si gana las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, el demócrata Joe Biden, de 77 años, llegará a la Casa Blanca tras una vida de esfuerzo político. La primera vez que se postuló a candidato de los demócratas fue hace 32 años; la segunda, hace 12. Es senador desde 1972. Durante los 8 años del mandato de Obama fue vicepresidente del país.

(Su caso recuerda la filmografía de Woody Allen, que ha dirigido, al menos, una película anual desde 1977).

Se puede encarnar «la persistencia» en Joe Biden y «la espera» en Carlos de Inglaterra. Si aceptamos que «el que espera, desespera», debemos decir que «el que persiste, desiste». Pero quien desiste deja de persistir, porque renuncia a la constancia, que es continuamente activa. La espera es pasiva (hasta se puede hacer sentado) y lo normal es entretenerla. Por eso el que persiste no hace galletas, salvo que sea galletero. Hay una organización del Estado para los que esperan; otra, para los que persisten y galletas en el siguiente lineal.

(Woody Allen no dirigió película en 2020).