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Europa a través del espejo: Hechos migratorios en el verano de 2020

Es bien sabido que en las épocas estivales aumentan las travesías de inmigrantes y refugiados en el Mediterráneo en dirección a Europa, aprovechando el buen tiempo. Los motivos también son conocidos: estas personas se embarcan en la búsqueda de un verdadero porvenir lejos de tierras secularmente aquejadas de conflictos civiles, violaciones masivas de los Derechos Humanos, yihadismo, y falta de oportunidades vitales, cuando no de hambre y miseria.

Se trata de gente originaria de países como Libia, Sudán, Eritrea, Irak, Siria, Irán, y Afganistán, entre otros, pero también provienen del África Occidental (Malí, Chad, etc.), y más recientemente de Argelia, lo que tiene especiales repercusiones para España y la propia provincia de Alicante. Nuestro continente, percibido como el más próspero, seguro, y socialmente desarrollado del mundo, sigue sin encontrar una fórmula que permita aprovechar todas las posibilidades que ofrece la inmigración, tanto económicas, como demográficas, y culturales, además de garantizar el respeto del derecho de asilo, y de los Derechos Fundamentales en general, sin que eso suponga reforzar a la ultraderecha. Tal vez falte valentía para construir un discurso en positivo sobre la inmigración, fundado en la realidad de los datos pero que también apele a los mejores sentimientos de la ciudadanía, en vez de evitar profundizar en la temática por sus aristas, o abordarla a la defensiva cuando la demagogia ya ha definido, a su favor, el marco del debate. Todo ello sin dejar de reconocer las dificultades y costes que la gestión del fenómeno también entraña (necesidades habitacionales, economía sumergida, explotación laboral, etc.). Entretanto, las noticias de pérdidas de vidas en el mar se han convertido en un parte rutinario que, me temo, cada vez llama menos la atención, particularmente con la mirada puesta en la evolución de los contagios de coronavirus. Pero estas muertes siguen sucediendo y no debemos permanecer impasibles antes las mismas.

El verano de 2020 no ha sido pues excepcional en cuanto al número de llegadas ni desgraciadamente respecto de las ya habituales tragedias, aunque sí se han producido algunos cambios de tendencia, junto con la permanencia de variables estructurales. Empezando por lo segundo, se vuelve a verificar un estío más la crítica situación en el Mediterráneo central, con las salidas desde el litoral de Libia y las consecuentes pérdidas de vidas humanas en sus aguas territoriales por incapacidad, cuando no desidia, de su exigua Guardia Costera.

Así, el 20 de agosto El País informaba del fallecimiento de 45 inmigrantes frente a la costa libia, incluyendo menores. En cuanto a aquellos que son recogidos por algún barco mercante cuando su bote se queda sin combustible, o bien son devueltos a Libia, en contra de las recomendaciones de ACNUR y la Organización Internacional de las Migraciones, por no ser país seguro, o bien deben afrontar semanas de espera para ser desembarcados por la actitud de gobiernos como el maltés que se niegan a permitir el acceso a sus puertos. Es el caso de las 27 personas a bordo del petrolero danés "Maersk Etienne", fondeado en la costa de Malta, y que desde el 5 de agosto no han podido pisar tierra firme. El gobierno de la isla, territorio que ciertamente precisa de mucho más apoyo por parte de la Unión para gestionar las llegadas, mantiene una actitud especialmente agresiva. Así, el New York Times del 29 de julio informaba que desde el mes de abril, las autoridades de Malta están contratando en secreto barcos privados para interceptar a inmigrantes en el mar y devolverlos a la fuerza a Libia.

También en el Mediterráneo occidental las autoridades griegas vienen practicando tácticas inaceptables, además de ilegales, con idéntica finalidad, esto es, hacer imposible, por la vía de hecho y por cualquier medio, la llegada de personas a su territorio y la presentación de solicitudes de protección internacional. Como reveló primero la revista alemana Der Spiegel el 16 de junio, confirmado después por el New York Times en su reportaje del 17 de agosto, los guardacostas y fuerzas de seguridad helenas interceptan migrantes en aguas internacionales para impedir que llegues a su mar territorial, para después abandonarlos en botes neumáticos cerca de las aguas turcas, sin combustible, provisiones, o instrumentos de navegación. La misma práctica se realiza con personas ya en tierra a los que se traslada a la fuerza a alta mar. ¿A qué espera la Comisión Europea para abrirle al estado griego un procedimiento por incumplimiento del Derecho de la Unión?

En cuanto a los cambios de tendencia observados son fundamentalmente tres. En primer lugar, la reactivación de la peligrosísima ruta del Atlántico, con la finalidad de llegar a las Islas Canarias desde Marruecos, el Sáhara Occidental, o Mauritania, a partir de 2019. Como señala El País del 17 de agosto, una de cada tres personas que llegan irregularmente a España por mar lo hacen por este archipiélago. El 5 de agosto murieron cincuenta personas tratando de llegar a Canarias, solo se salvó un joven guineano, que bajo estado de "shock" relató que el bote estaba lleno de cadáveres, y que otros, desesperados, se lanzaron al agua y se ahogaron. El propio Diario INFORMACIÓN informaba el día 21 del mismo mes del fallecimiento de otras veinte personas que trataban de alcanzar las citadas islas, algunos por agotamiento. A principios de mes, como recordaba por su parte El País el 22 de agosto, habían muerto en esta ruta otras 44 personas. Frecuentemente, los navegantes deben hacer frente, desde sus cayucos, a olas de hasta cinco metros.

En segundo lugar, se ha intensificado la ruta desde Argelia, por lo que han aumentado las llegadas, por razones geográficas, particularmente a Murcia y Alicante. Baste como ejemplo la crónica de Bartual y Figueira publicada en el Diario INFORMACIÓN el 16 de agosto, según la cual durante la víspera, no menos de 26 migrantes arribaron a las playas de la provincia (Altea, El Albir), incluyendo un bebé de trece meses. En ambos casos, este fenómeno se debe al mayor control, no siempre conforme a los Derechos Humanos, que ejerce la Marina marroquí en el área del Estrecho de Gibraltar, tal y como señala El País en su análisis del 17 de agosto, lo que desplaza los flujos hacia otros puntos de salida: "mientras se redujeron notablemente las llegadas a provincias como Cádiz, se doblaron en Alicante o las Canarias". En el caso de la ruta desde Argelia, influye también la fuerte inestabilidad que se vive en este país desde la caída del dictador Buteflika. El mismo diario, el 11 de agosto, en el marco de unos testimonios de ciudadanos de este país, recordaba que "los argelinos suponen la cuarta parte de los migrantes que llegan a las costas españolas. Con el país en decadencia, la ruta está en auge y las mafias ganan terreno". También ha habido que lamentar este verano muertes de polizones. Dos jóvenes se ahogaron el 7 de agosto al lanzarse al agua en el Puerto de Valencia al ser descubiertos en un barco proveniente de Costa de Marfil, y otros dos hombres fallecieron deshidratados en un contenedor, el día 19, en otro buque procedente de Argelia (Diario INFORMACIÓN, 19 de agosto).

Por último, en este estío de 2020 se han reactivado también las travesías por el Canal de la Mancha, entre Calais y Dover, al haberse reforzado los controles en el Eurotúnel. De acuerdo con la prensa británica (Daily Mirror y The Times del 11 de agosto) el gobierno de Boris Johnson está considerando utilizar la marina militar para interceptar y devolver directamente inmigrantes a Francia, igualmente impidiendo que soliciten protección internacional en su suelo. Cuando el período transitorio del Brexit termine el 31 de diciembre del 2020, Gran Bretaña no podrá devolver a la Unión Europea a ningún inmigrante que se encuentre en su territorio, salvo que así se acordara en el acuerdo sobre la nueva relación. Pocas jornadas después de publicarse la información relativa a la tentativa de sellar su mar territorial, tanto la edición del Sun como la del Daily Mirror del día 20 informaban de la muerte de un adolescente sudanés de 16 años que había intentado llegar al Reino Unido desde la costa francesa en un bote de juguete.

Por supuesto, hay muchas otras tragedias que han sucedido este verano, y en los meses y años anteriores. Sirvan estos ejemplos para seguir reclamando acciones urgentes al del Consejo de la Unión Europea (los 27 gobiernos de los Estados miembros), donde sigue bloqueado el marco europeo de inmigración y asilo que ya ha respaldado el Parlamento Europeo hacer años. Como mínimo, necesitamos una misión europea de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, y habilitar la posibilidad de solicitar el asilo en los países de origen, en nuestras redes de consulados y embajadas, lo que reduciría el papel de los traficantes y las peligrosísimas travesías. También es irrenunciable establecer un sistema obligatorio y solidario de reparto de las llegadas entre los Estados Miembros, aun cuando países como Hungría lo incumpliera con descaro; en tal caso para eso está el Tribunal de Justicia de la UE. Por supuesto, los estados que como España es frontera exterior de la Unión en el Mediterráneo, deben recibir más apoyo financiero y logístico por parte de la Comisión. Nuestra tierra alicantina es abierta y hospitalaria, pero para poder seguir siéndolo debemos contar con medios adecuados y suficientes. Todo ello sin olvidar que debemos ampliar las vías seguras y legales para la migración económica, máxime teniendo en cuenta la aceleración de fenómenos como la despoblación y la caída de la natalidad.

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