Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carlos Gómez Gil

Patrioterismo

Tan enfrascados como estamos en conocer el impacto causado por ese mal bicho llamado coronavirus, hemos pasado por alto cierta patología que parece crecer en los últimos tiempos. Sus síntomas más visibles son la utilización continua de un patriotismo de pacotilla que, como el perejil, utilizan en todo momento, un manoseo permanente de símbolos y valores colectivos de los que acaban por apropiarse, junto a una continua descalificación hacia todos aquellos a los que no consideran como suficientemente patriotas, tal y como lo entienden ellos.

Y es que, como si de una epidemia se tratara, son cada vez más las personas que muestran este comportamiento que, en algunos casos, presenta síntomas enfermizos como agresividad, insultos, amenazas, racismo y xenofobia, actitudes autoritarias, rechazo hacia los pobres, lenguaje intimidatorio, añoranza del franquismo, negacionismo, propagación de bulos, admiración hacia regímenes fascistas, defensa de un machismo patriarcal, desprecio hacia los contrarios e incluso una apelación a la violencia que, en casos avanzados de la enfermedad, puede llevar a una exhibición pública de armas de fuego que, incluso, presumen de llevar consigo.

En estos últimos casos de portadores con una alta carga viral, se pueden producir delirios que llevan a llamar a los que no comparten su enfermedad de manera descalificatoria, utilizando palabras como "socialcomunistas", "independentistas", "batasunos", "proetarras", "bolivarianos", "feminazis" o "venezolanos", entre otras. Incluso se han descrito cuadros agudos que han llegado a calificar a altas autoridades del Estado como "felones", "traidores", "ilegítimos", "indignos" y "okupas", utilizándose sedes oficiales como el Parlamento para proferir estos insultos.

Si bien en España estas anomalías en el comportamiento se sitúan en torno a la extrema derecha y sus alrededores, capitaneada por Vox, se ha producido un fenómeno de contagio que ha extendido la patología a zonas aledañas, como el Partido Popular y Ciudadanos, que en algunos momentos han llegado a rivalizar por ver quien era más patriota, como sucedió en la Plaza de Colón, en Madrid, en octubre del pasado año. Allí se celebró una concentración en la que se recrearon muchos de los síntomas más llamativos de esta afección, bajo el lema de la defensa de la unidad de España y a favor de lo que llamaban "convivencia nacional", desplegándose una bandera de España de mil metros cuadrados que los asistentes consideraban como suya. Para los promotores de este acto y muchos de los asistentes, el patriotismo que defienden y del que hacen gala es un campo de batalla desde el que poder agredir a los que no son como ellos, un espacio moral que sitúa a una parte importante de la sociedad como enemigos a combatir y contra los que luchar, recreando batallas históricas que añoran.

Bien es cierto que en otros muchos países se ha extendido también este falso patrioterismo, de la mano de fuerzas y líderes de la extrema derecha que comparten valores, discursos, ideologías y comportamientos, como portadores de una misma sintomatología. Así sucede en Polonia, Bulgaria, Reino Unido, Brasil o Estados Unidos, donde algunos individuos con una alta carga viral han llegado, incluso, a la presidencia de estos países, desde donde extienden sin miramientos esta afección.

Naturalmente que el sentimiento de pertenencia y amor a una tribu, a un grupo, a un lugar de nacimiento, así como a un país y a sus símbolos es absolutamente lógico y natural, en la búsqueda por construir una identidad social colectiva, dando respuesta, de esta manera, a las necesidades emocionales que todos tenemos. Aunque yo soy más de lo que decía Jorge Luis Borges, cuando afirmaba que nadie es patria porque lo somos todos, ya que también nuestra patria es la Tierra, la humanidad, la naturaleza, los seres que en ella viven y la fraternidad que los humanos somos capaces de desplegar cuando se necesita. Sin embargo, para otros, el sentimiento patriota que dicen defender alimenta el egoísmo frente a la fraternidad, siendo un espacio de adoctrinamiento ciego que utiliza símbolos y sentimientos para generar rechazos, prejuicios y enfrentamientos de los que se aprovechan algunos caudillos, utilizando material ideológico defectuoso.

Porque se llaman patriotas aquellos que defienden y amparan a quienes defraudan en el pago de sus impuestos y a quienes tienen cuentas en paraísos fiscales, en lugar de rechazarlos, despreciarlos y denunciarlos. Se llaman patriotas quienes trabajan para debilitar al Estado, reducir sus recursos y privatizar servicios públicos, en lugar de trabajar para tener un Estado más fuerte y vigoroso, capaz de ofrecer unos servicios públicos e infraestructuras modernas y avanzadas, proporcionando recursos a quien los necesita. Se llaman patriotas a quienes jalean, apoyan y protegen a los corruptos y a quienes han utilizado sus cargos para aprovecharse de las instituciones públicas, en lugar de repudiarlos. Se llaman patriotas aquellos que no paran de trabajar para generar malestar, difundir bulos y poner todos los obstáculos posibles en los momentos más graves para el país, en lugar de trabajar para que la sociedad pueda superar las dificultades. Se llaman patriotas quienes se envuelven en una bandera para insultar, descalificar y despreciar a quienes no son como ellos. Se llaman patriotas, en definitiva, quienes hacen de ello su modo de vida a base de fanatizar, crispar, generando odio y tensión social. Por ello es importante diferenciar a los patriotas de quienes hacen falso patrioterismo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats