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Joaquín Rábago

Eso puede pasar allí

A mediados de los años treinta, en el momento álgido de los fascismos europeos, el estadounidense Sinclair Lewis escribió una novela que se hizo famosa con el título de "It can`t cannot happen here" ("Eso no puede pasar aquí") y que hoy nos resulta inquietantemente premonitoria.

Su protagonista es un individuo sin escrúpulos, un tipo vulgar, casi analfabeto, de ideas estúpidas, además de mentiroso compulsivo llamado Buzz Windrip, que consigue llegar a la Casa Blanca tras prometer una serie de reformas sociales y económicas y propugnar la recuperación de unos supuestos valores patrios. ¿Le suena el lector a algo?

Lewis se inspiró para su relato en el gobernador y senador de Luisiana Huey Long, un político ultraderechista, defensor a ultranza del individualismo y del conservadurismo social, que censuró periódicos, atacó a la judicatura, prohibió las reuniones públicas y no tuvo el menor reparo en nombrar ministra de su Gobierno a su jovencísima amante.

Es cierto que como algunos de los fascistas europeos de aquellos años, Long se ocupó al mismo tiempo de mejorar la vida de mucha gente, defendiendo el gasto federal en obra pública, en educación y pensiones, modernizando las infraestructuras y que, como apuntan los historiadores, llegó a anteponer en muchos momentos sus programas sociales a su claro supremacismo ideológico.

Huey, a quien el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt consideraba directamente un "fascista", fue asesinado en 1935 antes de que pudiese cumplir su ambición de presentarse a las elecciones presidenciales del año siguiente y tras escribir un libro, que se publicó póstumamente bajo el título de "Mis primeros días en la Casa Blanca", en el que fantaseaba sobre cómo sería su inauguración.

Donald Trump no ha corrido la misma suerte que Long, a quien tanto, sin embargo, se parece en su desmedida ambición de poder, su total falta de escrúpulos, sus descaradas mentiras, sus continuos insultos a sus rivales políticos y sus ataques a los medios que le critican y a la división de poderes. A juzgar por el comportamiento que ha mostrado desde que llegó a la Casa Blanca, le falta incluso la mínima dosis de empatía que parecía tener pese a todo Huey.

Hay actualmente un debate entre los analistas políticos norteamericanos sobre si cabe calificar a Trump sin más de "fascista", pero, en frase que se ha atribuido muchas veces a Sinclair Lewis aunque parece que se debe en realidad a James Watermine Wise, ensayista y periodista judío que cubrió nuestra Guerra Civil para The New York Post y alertó del peligro que representaba el régimen hitleriano, "si el fascismo viene a América (€) no portará la esvástica".

Según analizó en su día Wise, la "América del poder y la riqueza es la América que necesita el fascismo". Éste podría surgir de organizaciones patrióticas como la Legión Americana, las Hijas de la Revolución Americana y tantas otras. El fascismo no puede importarse, dijo ya el padre de todos los fascismos europeos, el italiano Benito Mussolini. Tiene una gran capacidad de adaptación a las idiosincrasias nacionales.

Como señala uno de sus estudiosos, Robert O. Paxton, los fascismos los determina la práctica concreta aunque puedan unos y otros compartir muchos rasgos como el culto a la tradición, la deslegitimación del rival político, considerado siempre un enemigo - ¿no ocurre por cierto también en España?.- la demonización de los críticos, los continuos ataques a los medios, la masculinidad patriarcal, la apelación a los sentimientos frente a la razón.

Por cierto que como señala Sarah Churchwell en un interesantísimo estudio del fascismo norteamericano publicado en The New Review of Books, el eslogan "America first" utilizado con tanto éxito por el presidente Trump en su campaña electoral y a lo largo de toda su presidencia, tiene un pedigrí que lo relaciona con los grupos fascistas y antisemitas de los años treinta.

"No es anormal ni original", explica esa profesora de Literatura Americana en la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Londres. Lo utilizó el llamado "America First Committee", organización creada en 1940 para oponerse a la entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, liderada por antisemitas y fascistas que trataban de convencer a sus compatriotas de que eran sólo "intereses judíos" los que empujaban al país en esa dirección.

Cuando Trump se dedica con su discurso y sus tuits incendiarios a fomentar la división y el odio entre sus compatriotas para, presentándose luego como el único capaz de garantizar la ley y el orden, seguir cuatro años más en la Casa Blanca, abusando de su poder con el más absoluto desprecio de las instituciones llamadas a controlarlo, ¿cómo no pensar en aquella novela profética de Lewis?

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