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No saben organizar una vuelta al cole, van a saber gobernar una Comunidad. No importa en qué lugar de España lea esto. La incertidumbre es total. El Gobierno central tampoco ayuda. El consejo de Celaá, la ministra, es que se abran las ventanas, cosa sin duda muy útil en diciembre en Teruel o Soria para exterminar chavales. Para saber algo del ministro de universidades hay que tener un máster. O muchas facultades. Se busca. Se llama Castell y es un buen sociólogo. Todos somos víctimas temprano o temprano del principio de Peter.

Vuelta al cole. A este paso, lo responsable va a ser no llevar a los niños al colegio. Yo creo que están nerviosos hasta los que no son padres. No se vende un uniforme, dice un dependiente. Ojalá en mis tiempos de zangolotino preadolescente hubiera esta incertidumbre: antes, llegadas estas fechas, sabías que te esperaban nueve meses sí o sí, de madrugones, clases, matemáticas y hasta olor a chotuno.

Ahora, puede que haya una semana de clases o dos o un mes y en cuanto empecemos a poner titulares sobre brotes en colegios, que los pondremos, comenzará el baile, el cachondeo, el hoy sí y mañana no, si hoy es jueves hay colegio. Y en ese plan. Las comunidades autónomas dicen que el Gobierno no actúa pero son ellas las que tienen las competencias. A la hora de establecer contenidos chuflas o inventos históricos no reclaman nada a Madrid e invocan su autogobierno. El Ejecutivo de Sánchez contempla el espectáculo con deleite y se lava las manos, lo cual es bueno para no contagiarse, pero no se las lavará tanto cuando la pandemia no hace más que crecer.

Los progenitores contemplan con horror una posible suspensión de la suelta en el cole. En Historia, en el cole, siempre se quedaban en lo más interesante, y el curso se acababa sin que nos explicaran la República y la Guerra Civil. Ahora, tal vez se queden en Fernando VII o en el golpe del general Pavía.

«Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela», dijo García Márquez. Los niños de esta generación están teniendo el recreo más largo del siglo. Desde marzo no entra a un aula ni una tiza. Habrá padres que hayan pasado de maldecir lo poco que veían a su hijo a evitarse en el pasillo. La paternidad es una alegría si también te da tiempo a hacer otras cosas. Siempre fue un acto de misericordia, a la par que una bienaventuranza enseñar al que no sabe. Ahora no hay manera de enseñar: tienen muy poca clase.

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