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Jesús Murgui

Iniciando un nuevo curso en tiempos de pandemia

Queridos diocesanos:

Iniciamos un curso en plena pandemia, en unos tiempos en los que vivimos la experiencia de incertidumbre e inquietud en la que está sumida la Humanidad. En unas circunstancias que, desde hace seis meses, afectan de modo determinante a la salud, las relaciones familiares y educativas, la economía y el trabajo, la vida misma de nuestra Iglesia y de nuestra entera sociedad.

Dios, que nos ama y quiere nuestro bien; que es nuestro Padre; ¿Qué nos dice en esta pandemia? El papa Francisco, en distintos momentos, se ha referido a la misma como prueba para nuestra fe y ocasión de denuncia para nuestros modos de pensar y de vivir –como hizo en su oración en la Plaza de San Pedro, el pasado 27 de marzo- . Presentándola, pues, como oportunidad para convertirnos y cambiar, para que de todo este gran drama, que nos hace experimentar la fragilidad y vulnerabilidad humana, salga una humanidad mejor. Y esto no sólo a un nivel social, global, sino también en cada uno, desde la responsabilidad personal que nos compromete al cambio personal y a la transformación social.

Procede afrontar este momento histórico como circunstancia de renovación, suplicando para ello una fe firme, para ser testigos de ella y portadores de esperanza con la que sostener a los hermanos. No es ocasión para desesperar, sino para despertar. En la base de esto está la esencia de nuestra fe, creer en el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús del que nada nos puede separar (Cfr. Rom 8, 37-39); con la conciencia, pues, de que Él no abandona jamás a la humanidad que ha creado, y que las circunstancias más difíciles son ocasión para que entre su gracia en nuestras vidas, como decía también S. Pablo: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom 8,28).

Desde ese apoyo firme y confiado en el Señor, seamos, especialmente en estas circunstancias, testigos y promotores de solidaridad. El Señor vino para servir y dar la vida, y pide que le imitemos y le sigamos, haciendo de nuestra vida un permanente acto de entrega por los demás. Ahora en la pandemia, el papa Francisco mirando a los sanitarios, a sacerdotes fallecidos en acto de servicio, a tantos “servidores” en las familias y en lo público, con admiración, les ha aplicado su calificación de “santos de la puerta de al lado”. Esa es nuestra vocación, servir y entregarnos gozosamente en las presentes circunstancias. La pandemia como ocasión de amar, de servir en lo ordinario, cada uno en su lugar, en las cosas pequeñas y debidas, con las que damos vida y paramos la muerte, el dolor y la soledad. Es el camino: firmes en la fe, para, comprometidos, superar el drama sanitario y sus enormes consecuencias psicológicas, económicas y sociales de todo tipo, que para largo nos van a venir.

Además, como cristianos, estamos pasando y hemos pasado, y superado, circunstancias de especial dificultad. Nosotros estamos especialmente configurados para el encuentro y el servicio directo a los demás, para atender las necesidades de los que nos rodean y de aquellos a quienes somos enviados, y, por tanto, no estamos hechos para el aislamiento, ni para hacer de la Iglesia un lugar de puertas cerradas; por ello nos ha dolido muchísimo atravesar tanto tiempo sin servicios abiertos y sin asambleas litúrgicas abiertas, muy fuerte ha sido estar sin Semana Santa y Pascua en celebración festiva. Todo ha sido ejercido así, desde la responsabilidad y en colaboración con las autoridades, como debe seguir siendo. Por ello deseo, también, reiterar el reconocimiento de la Iglesia diocesana a los sacerdotes, consagrados, laicos de parroquias, comunidades, movimientos, colegios, y realidades eclesiales, por su sentido de la responsabilidad y su esfuerzo por dar servicios y respuestas en circunstancias nuevas, y les animo a seguir en ese camino por amor a nuestra sociedad.

Por todo ello, si hemos sido capaces de superar muy bien circunstancias de tanta dificultad, tratemos de proseguir dando tono de normalidad a la vida de nuestras comunidades en sus servicios y actividades –siempre dentro de lo posible-, especialmente en lo que se refiere a la Eucaristía, que tal como nos dice el Concilio Vaticano II, es “la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10). Importa muchísimo seguir revalorizando la misa dominical, como se nos recuerda en nuestras Orientaciones Pastorales para el curso 2020-2021. Tratando, además de atraer a hermanos y hermanas que se han distraído en estos tiempos de participar en los sacramentos, de recuperar el calor comunitario y celebrativo de nuestras eucaristías dominicales.

A este respecto, os aconsejo, especialmente a mis hermanos sacerdotes, leer y aplicar aquello que se nos dice en la reciente Carta de la Congregación para el Culto Divino, fechada el 15 de agosto de este año, y que el Papa Francisco aprobó y ordenó publicar este mismo 3 de septiembre. De ella me hago eco en este escrito, dada su incidencia en nuestra actual realidad y su coincidencia en lo central de nuestras Orientaciones Pastorales para el curso que comienza.

Con plena confianza en el Señor, os animo a encarar el nuevo curso con la entrega y la creatividad pastoral de las que habéis hecho gala en estos tiempos, cada uno desde su lugar y vocación, y todos con el gozo y el entusiasmo que derrama en nosotros el Espíritu Santo. Jesucristo nos sigue llamando a trabajar en su viña, a servirle en nuestros hermanos, desde nuestra Iglesia que quiere seguir siendo, especialmente en estos tiempos, “hospital de campaña”, Iglesia Samaritana.

Dejemos que la fuerza y la ilusión, con las que iniciamos el nuevo curso, se vean reforzadas por aquello que la Providencia nos regala en esta segunda quincena de septiembre, en los primeros compases del curso: la Bendición de las obras de ampliación y mejora del Teologado de Alicante, día 16; la firma del Convenio de colaboración académica entre el ISCR de nuestra Diócesis y la Universidad Católica de Valencia, día 17; la Ordenación de nuevos diáconos permanentes, día 19; el reinicio, en el arciprestazgo de Santa Pola, de la Visita Pastoral, día 20; la presentación de las Orientaciones Pastorales para el nuevo curso en las Vicarías, del 18 al 24; la celebración del Día del Clero y apertura del curso en el Seminario , en Orihuela, día 29; y el Envío (Missio) del profesorado, en san Nicolás de Alicante, día 30.

Ponemos, todo, en manos de María, madre de Dios y madre nuestra. Ella nos sostenga para que toda nuestra acción pastoral sea servicio diligente por el bien de nuestros hermanos, en tiempos de tantas necesidades, y sea senda segura que conduce a su Hijo, a Jesús, que en la Eucaristía, sigue siendo para nosotros alimento para el camino y camino de resurrección.

Con mi afecto y bendición para todos. Ánimo.

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