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Carlos Gómez Gil

Las reglas del contagio

Es posible que la pandemia sea más intensa en sociedades enfermas, como la nuestra, a juzgar por el panorama que tenemos entre manos

A medida que avanzan estos meses pandémicos aumenta una sensación pegajosa que la mayoría sufrimos, llenándonos de confusión, desconcierto y cansancio, sin acabar de comprender bien lo que vivimos.

Cada vez entendemos menos sobre el coronavirus y nadie es capaz de explicar, de manera convincente, cómo es posible que estemos viviendo un rebrote tan virulento como el que atravesamos, después de haber sido uno de los países del mundo en adoptar las medidas más duras de contención y tras haber conseguido reducir a mínimos la ola inicial que arrancó en marzo.

A estas alturas ya sabemos que un buen número de nuestros políticos van a seguir de espaldas al sufrimiento y al daño que toda esta situación está causando en la sociedad, utilizándonos como rehenes de sus querellas personales y de sus problemas partidistas, buscando chivos expiatorios a los que culpar de sus incapacidades.

Nadie duda de que van a ser, nuevamente, los profesionales sanitarios y unos sistemas de salud muy golpeados los que afrontarán este nuevo rebrote y todo lo que pueda venir en los próximos meses, frente a la inacción de no pocos responsables autonómicos que, durante meses, no se cansaron de exigir que se derogaran leyes y normas junto a la eliminación del estado de alarma, reclamando todas las competencias para afrontar la epidemia, sin parar de poner palos en las ruedas. Pero ahora son incapaces de asumir sus responsabilidades, sin dejar de hacer lo único que parece que saben hacer: echar balones fuera y culpar al Gobierno central de todo lo que son incapaces de hacer en sus gobiernos autonómicos.

Todas aquellas declaraciones que muchos hacían durante el confinamiento vivido en el estado de alarma, anunciándonos que seríamos una mejor sociedad, que invertiríamos en nuestro sistema sanitario, que reforzaríamos al Estado y los servicios públicos esenciales, que se trabajaría para revertir el profundo daño causado por la pandemia en la población, ya sabemos a estas alturas que eran pura palabrería hueca. Nadie ha sido capaz de hacer una autocrítica honesta y sincera. No vemos que nadie aparque sus intereses personales y partidistas para apoyar todas aquellas decisiones encaminadas a responder, paliar o solucionar los efectos del covid-19 entre la población. Incluso se escuchan acusaciones e insultos delirantes contra los profesionales sanitarios, acusándoles de apoyar no se sabe bien qué conspiración mundial, llegando a aparecer pintadas contra ellos en algunos centros sanitarios. Es posible que la pandemia sea más intensa en sociedades enfermas, como la nuestra, a juzgar por el panorama que tenemos entre manos, algo que nos interpela a todos, empezando por nuestros responsables políticos y terminando por los ciudadanos, a juzgar por el espectáculo que hemos vivido desde que se levantó el confinamiento.

De la misma forma que cuando conducimos tenemos que levantar la mirada del cuentakilómetros para ver la carretera, observar los vehículos que van y vienen, divisar el horizonte, anticipar los obstáculos y saber hacia dónde nos dirigimos, tenemos también que saber mirar en estos momentos más allá del día a día, comprendiendo las transformaciones que vivimos, anticipando los cambios que atravesamos y trabajando para que la sociedad avance de la mejor forma posible ante adversidades como las que nos atenazan. Porque hay señales inquietantes que apuntan a que, en pocos meses, el mundo se diferenciará claramente entre los que gestionaron y controlaron bien la pandemia y sus efectos de quienes lo hicieron mal. Y ahí no estamos muy bien situados, sin que los discursos políticos nos dejen ver bien el bosque.

Es verdad que, como en todo, hay matices y tonalidades, pero lo que se está viviendo en Madrid es un auténtico disparate que está poniendo en riesgo a todo el país, ante la clamorosa irresponsabilidad de sus dirigentes políticos, empeñados en esa delirante huida hacia adelante que dirige la presidenta Díaz Ayuso, en lugar de poner medidas firmes y contundentes para evitar que en la región y los barrios con mayores tasas de incidencia acumulada de covid-19 en el mundo siga creciendo de manera descontrolada la pandemia. Porque además de amenazar gravemente la salud de los madrileños y colocar nuevamente al borde del colapso a su sistema sanitario, está facilitando su extensión al resto de las comunidades y regiones, como vienen recogiendo de manera insistente los datos recopilados por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

En política, tan importante es acertar como darse cuenta de los momentos en los que se está equivocado, especialmente cuando se ponen en riesgo la salud y la vida de las personas, como ocurre en estos momentos. Siempre es bueno acercarse con miradas nuevas a situaciones difíciles, algo que demuestra esta pandemia. El problema es cuando la ignorancia, el fundamentalismo y la incapacidad empujan a tomar decisiones políticas dañinas, desde el punto de vista social, económico y sanitario, como en estos momentos vemos en Madrid.

En el magnífico libro del matemático Adam Kucharski, especializado en brotes infecciosos, con el título “Las reglas del contagio” (Capitán Swing, 2020), se explica cómo las infecciones no afectan, exclusivamente, a las enfermedades, sino que se extienden también a crisis económicas y políticas. Esperemos poder frenar estos otros contagios tan peligrosos en estos momentos para nuestra sociedad.

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