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Juan Carlos Padilla Estrada

La vacuna

Presentamos la vacuna contra el coronavirus dos días antes de las elecciones y yo me garantizo ocho o diez años más en este despacho

 —Vamos a ver si lo entendemos, que llevamos ya casi dos horas de reunión y me estoy empezando a fatigar. Además, en este despacho oval no se suelen tener reuniones tan largas.

—Si comprender lo comprendemos, señor presidente. Pero una cosa es comprender y otra bien distinta…

—Tú eres un derrotista, Faucci. Ya saliste hace unos meses a amargarle la vida a los americanos: Que si el virus es muy contagioso, que si se va a extender, que si hay que encerrarse en casa… ¿Y qué ha pasado? ¿Acaso ves alguna ciudad de este maravilloso país destruida? ¿Ha acabado la civilización americana?

—No es eso lo que yo dije, señor presidente.

—Quizá no lo sea en su literalidad, pero no me apoyaste. Y no apoyar a tu presidente, a tu comandante en jefe, es un acto de deslealtad.

—Perdóneme, señor, pero… no creo que avalar la falta de medidas de control o la toma de un desinfectante para combatir al virus sea…

—Ya estamos con el temita del desinfectante. ¿Cuántas veces he de decir que se sacaron de contexto mis palabras? Yo quería decir que una buena asepsia, ¡¡¡una buena asepsia!!!, es recomendable para luchar contra la enfermedad, cualquier enfermedad.

—Pero no es eso lo que llegó a los ciudadanos.

—¡¡¡¡Claro!!! Porque los medios distorsionan todas mis palabras y me hacen aparecer ante mis súbditos como un desalmado.

—¿Per…don, señor… presidente…? ¿Ha dicho usted… súbditos?

—¿¿¿¿Ves como me manipuláis continuamente???? Estoy hasta mi preciosa coronilla rubia de comunistas camuflados. ¡¡¡Me rodea un Politburó bolchevique!!!

—Perdón… señor presidente… ¿Le parece si volvemos al tema original? Representamos a las cinco grandes compañías farmacéuticas y usted nos ha convocado para…

—Claro, claro, míster Bothicary, claro… Perdonen ustedes, pero es que este Faucci es un charlatán incurable. Bueno, verán, les he convocado para hablar del fin de la pandemia del maldito coronavirus.

—¿Perdón?

—Sí, hombre de Dios, sí: De la dichosa vacuna. Veamos: Las elecciones son el tres de noviembre, y las encuestas no pintan bien, aunque ya saben ustedes que los que hacen las pu… ñeteras encuestas son liberales demócratas y socialistas, antiamericanos, en definitiva. Pero, de cualquier manera, necesito un empujoncito para garantizarme la reelección.

—¿Un… empujoncito?

—¿Claro, señores! ¿Qué no comprenden ustedes? ¿O creen que les iba a ustedes a ir mejor con el extremista de Biden en este despacho? ¿Cuándo han ganado más dinero las grandes corporaciones americanas que conmigo al mando del gran acorazado patrio? ¿Hay alguna garantía mejor para la prosperidad de América que yo mismo reinando durante una… o dos, o tres legislaturas más… que todo se andará…?

—No acabamos de comprender, señor presidente.

—Pues es bien sencillo: Presentamos la vacuna contra el coronavirus dos días antes de las elecciones y yo me garantizo ocho o diez años más en este despacho.

S I L E N C I O

—Es que… verá, señor presidente… las cosas no son tan sencillas, no podemos elegir la fecha de lanzamiento de un producto farmacéutico, ha de haber un estudio muy concienzudo, con cuatro fases, y un análisis de seguridad exhaustivo, nos estamos jugando mucho todos.

—¡Eso si que está bien! ¿Qué se están ustedes jugando mucho? ¿Y yo? ¿No lo ven ustedes? ¡¡¡Yo me juego todo en un día y en manos de americanos, influenciables por los medios de comunicación como viejas tejanas miedosas!!! ¿¿¿No se dan cuenta de que está en vilo mi presidencia, mi legado, mi flequillo… todo a la carta de las elecciones… o lo que es lo mismo… a la carta de la vacuna???

—Ejem… señor… creo hablar en nombre de mis colegas si le digo que es imposible prever la fecha en la que podría estar lista una vacuna, y mucho menos fijarla.

—¡Desde luego, esto en China… o en Rusia no pasaría!

—¿Ha pensado el señor presidente presentarse a esas elecciones?

—¿Saben lo que les digo, boticarios antipatrióticos? Que me están ustedes obligando a no aceptar el resultado electoral y quedarme atrincherado en este despacho por los siglos de los siglos. Así que si no sacan ustedes la dichosa vacuna antes de noviembre les hago responsables de lo que pueda pasar. Yo, al fin y al cabo, no soy más que una pobre víctima de este sistema corrupto, ideado por liberales izquierdistas… ¡como ustedes!

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