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José María de Loma

Orejas de soplillo

Se nos están desabrochando las orejas. De las mascarillas, que tiran de ellas hacia adelante. Ayer estaba en una reunión y todos –enmascarillados- tenían orejas de soplillo. Yo también, supongo. Pero por citar una ventaja, secundaria, de llevarla, no se nota tanto cuando vas hablando solo. Anota uno estas ideas en el bloc (¿se está perdiendo esta palabra?) por si desarrolladas dieran para una columna, para un aforismo, para alguna prosa. Pero me temo que se quedarán ahí, en ese bloc pequeño con anillas adquirido en un comercio de barrio con las tapas amarillas.

Con las tapas amarillas el bloc, no el barrio. Los barrios los ve uno un poco tristones, más ayer, con la llovizna. Locales cerrados. Hasta las churrerías, que a eso de las seis-siete de la tarde presentan gran afluencia (¿cenarán después?) las veía uno con poco público, público churrigueresco, como yo algunas veces. Las mascarillas no obstante, y siendo ya tarde en el tiempo para perpetrar una columna sobre ellas, están experimentando mutaciones y variaciones, se ven ahora muchas de colores, de diseño, con escudos, patrióticas, contestatarias, de lunares, a cuadros o negras y grandes, que proporcionan una faz a quien la usa un tanto siniestra o aguerrida. El bloc apenas costó unos céntimos. Lo mismo que una mascarilla. Hay que llevarlas. Sí o sí, siempre, ya lo saben. También las ideas u ocurrencias conviene llevarlas. O tenerlas. Y anotarlas.

No obstante, me gustaría a mí saber dónde están tantas libretas que he rellenado con anotaciones, ideas, argumentos, tareas, etc. Tal vez en el limbo de las libretas o blocs, si es que ese es el plural. O en el infierno de las ideas. Quizás en el cielo de las ocurrencias. Se me ocurre que ha llegado el otoño pero es una idea que descarto siempre, por ser fervoroso partidario del veranillo de San Miguel, aún por venir. Después, en octubre, imagino ya a la gente con paraguas y mascarillas, más escudos contra los elementos es imposible llevar. Bueno, gafas, puedes llevar gafas también. E impermeable. Nada te roza. Pero habrá que tener cuidado, no sea que no nos penetre ningún argumento, ideal o palabra de otro, del otro, y nos volvamos ensimismados, endogámicos, aislados. De ideas fijas. O peor, de idea fija. El riesgo es convertirse en fanático, ya saben, según Churchill el que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. Esos deberían comprarse un bloc. O usar la oreja para algo más que enganchar la mascarilla.

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