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Matías Vallés

Sánchez indulta al 'procés'

Repasando la prensa, se advierte una saturación de titulares en la senda de “El Gobierno hace tal”, “El Gobierno ejecuta cual” y así sucesivamente. La redundancia no solo debe atribuirse a la pereza, sino también al protagonismo absoluto que Sánchez reclama y ejerce. Ayer tenía un hueco en su cadencia del acontecimiento diario, así que programó el indulto de los presos del procés. Lejos de la magnanimidad, el presidente quiere decidir personalmente el punto final del independentismo en su actual configuración. Es posible que la mayoría de sus ministros se opongan radicalmente a otorgar la gracia del perdón, pero el titular único de la actualidad está acostumbrado a remar contracorriente de los suyos. Los ajenos le importan todavía menos.

Sobre todo, Sánchez sabe que indultar al procés equivale a cancelarlo. Una rebelión o sedición independentista programada desde Madrid pierde su sentido. El presidente del Gobierno absorbe la realidad circundante, imprime su marca a cada acontecimiento. Dado que yerra en la mitad de las ocasiones como los restantes seres humanos, su fuerza radica en la convicción con la que rectifica sus medidas cuantas veces haga falta. Ha visitado el infierno, a diferencia de sus enemigos.

Salvador Allende distinguía que “tener el Gobierno no equivale a tener el poder”. Sánchez hubiera descolocado al chileno, porque no tiene ni el Gobierno pero todo lo puede. También los soberanistas admiten su “sorpresa” ante el indulto súbito, y por mucho que insistan grandilocuentes en que no cejarán hasta que La Moncloa les garantice la próxima Champions para el Barça. En un mismo día, Sánchez decide la suerte de los independentistas y del Rey, que viajará a Barcelona “cuando toque” perfeccionando el edicto de Aznar sobre la visita de Juan Carlos I a Cuba. Porque la parte esencial del titular “Sánchez indulta al procés” es Sánchez.

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