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Ramón Díaz

El evangelio según Podemos

De la fe en la pluralidad al intento de ocultar las discrepancias internas

Cuando aún creíamos en el nirvana de la democracia asamblearia, Podemos protagonizaba reuniones con las puertas de par en par y publicaba las actas en internet, sin cifrar, a cielo abierto. “Transparencia” era la palabra mágica; “pluralidad”, un dogma de fe; y “somos diferentes”, el mantra más repetido por aquellos devotos de la primera ola morada que avanzaba por la izquierda con la fuerza de un tsunami.

Pero pronto llegó la realidad repartiendo obleas y la transparencia dejó ver discrepancias, y la pluralidad, conflictos. Con lo que la “diferencia” acabó convirtiéndose en un grano en el culo (perdón, mamá), en pecado capital. Así que se cerraron primero las puertas con llave para que no escapara el gato, y se pretenden tapar ahora las bocas discrepantes, señalando que no se puede estar en misa y repicando; que exponer antagonismos en los medios de comunicación, malandrines, provoca pérdidas de fe; y que a la plebe le sobra con las homilías de los sumos sacerdotes –y sacerdotisas–, que trasladan desde el púlpito los mandamientos del partido.

Y así fue la conversión de Podemos, que venía a cambiar la doctrina y los credos de la cosa pública para siempre jamás amén, y acabó comulgando con la vieja liturgia de la política patria. La democracia directa no era el evangelio.

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