Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Javier Amérigo Moreno

Cómo combatir la explotación sexual

Asunto este que se encuentra ahora en la agenda del Gobierno. Como muchos gobiernos de todo el mundo que imponen medidas drásticas para frenar la propagación del Covid-19, las trabajadoras sexuales se han visto empujadas al borde de la desesperación financiera. Debido a que el trabajo sexual no está reconocido como una profesión «legítima», los trabajadores sexuales no han podido acceder a los programas de ayuda del gobierno en países donde el trabajo sexual está criminalizado. Sin apoyo económico y social, las trabajadoras sexuales se están escapando de las grietas del sistema.

Al impulsar el trabajo sexual más clandestinamente, la pandemia de Covid-19 ha incrementado en violencia, acoso y abuso hacia las trabajadoras sexuales.

Y la realidad es la que es. Miles de profesionales del sexo no tienen otra opción que seguir trabajando, poniendo en riesgo su salud y su vida para mantenerse a sí mismos y a sus familias. Impulsados por la necesidad económica, es más probable que los trabajadores sexuales accedan a reunirse con clientes con los que no se sientan cómodos o negocien medidas de seguridad, como el uso de condones. Los trabajadores sexuales también han informado que es más probable que los clientes regateen los precios o presionen para que los servicios se realicen sin condones desde que se adoptaron las medidas Covid-19 en sus países.

Para muchos es aún un tema tabú pero la sociedad debe enfrentar sus problemas. Y para mí, creo que ser abolicionista de la prostitución es como serlo del hambre en el mundo, de la trata de personas y del consumo de drogas. Teóricamente se sigue luchando para su erradicación absoluta, ya sea por las vías jurídicas como asistenciales, pero el trabajo en campo y el tiempo nos enseña el concepto de reducción del daño. Es decir, que se sea abolicionista o no (como en la trata de personas, que es ilegal en todo el mundo y es el negocio, históricamente, más lucrativo que existe), hay que seguir interviniendo en la mejora de calidad de vida de estas personas que les ha tocado estar en el lado del horror. En el tema del consumo de droga se ve muy claro (otro negocio archiproductivo, ilegal en casi todo el mundo, e imparable). Ya lejos están esas campañas de los 90 que promovían el consumo cero. Ahora se interviene en si consumes, hazlo de forma responsable para tu salud. Independientemente de que desde un punto de vista moral e ideológico me parece detestable la prostitución de mujeres, jóvenes y niños, ésta, muy posiblemente, no va a dejar de existir por ilegalizarla, como la trata de personas, el tráfico de drogas. Debemos entender cómo funciona el ser humano en toda su dimensión para poder ayudar a los que más allá de las luchas ideológicas (que hay que seguir batallando por ellas, siempre. Los grandes hitos de la una sociedad que avanza tienen que ver con ello), su vida real es el infierno (y como nosotros, solo tienen una).

Las trabajadoras sexuales también son cada vez más estigmatizadas por sus comunidades, quienes las perciben como vectores de la propagación del Covid-19. En particular los que son transgénero o migrantes, son vulnerables a la vigilancia excesiva y las medidas punitivas vinculadas a la aplicación de las regulaciones Covid-19. La pandemia también ha creado un umbral más alto para que las trabajadoras sexuales denuncien los abusos, lo que crea un clima de impunidad y exacerba el riesgo de violencia. Esto está pasando y no lo vemos ni mucho menos, denunciamos.

Y no tiene por qué ser así. En Nueva Zelanda, por ejemplo, el primer país en despenalizar el trabajo sexual en el mundo, las trabajadoras sexuales pudieron acceder al subsidio salarial de emergencia del gobierno en cuestión de días, al igual que todos los demás trabajadores del país cuyos ingresos habían caído debido a la pandemia. Además, el personal del gobierno trabajó en estrecha colaboración con las organizaciones de trabajadores sexuales para garantizar que los trabajadores sexuales tuvieran acceso a programas de apoyo social y para definir pautas para regresar al trabajo de manera segura después de que se aliviara el cierre.La despenalización, la eliminación de las sanciones penales por comprar y vender sexo, han de ser clave para proteger a las trabajadoras sexuales del abuso y la explotación. También es un paso crucial para mejorar la salud de los trabajadores sexuales, sus familias y sus comunidades. Esto es especialmente cierto durante una pandemia mundial.

La pandemia de Covid-19 demuestra cuán urgente es que los gobiernos reconozcan esta realidad y brinden servicios básicos y protección. Y es que, por algún lugar debemos empezar a caminar.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats