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Antonio Ortuño

Diario de la pandemia 3. Sanidad, ¿héroes o villanos?

Hace más de ocho meses, a principios del pasado mes de marzo, el personal sanitario de los hospitales y centros de salud españoles no podían imaginar que, acabando la campaña de la gripe estacional y, sin apenas descanso, iban a tener que enfrentarse al mayor reto de toda su trayectoria profesional; a toda una pandemia. Tampoco imaginaron que pocos días después serían elevados a la categoría de héroes. El sábado 14 de marzo, de forma anónima y a través de las redes sociales, se citó a los ciudadanos confinados a brindar un aplauso diario, desde ventanas y balcones, a todos los sanitarios. De alguna manera se quería alentar, agasajar y homenajear la inmensa, fatigosa y arriesgada labor que estaban realizando. Estaban lidiando con una enfermedad desconocida, mortal, con escasos recursos y con que en esos días no sabían ni siquiera qué consecuencias tendría para su salud. Se esperaba que el aliento de los aplausos les insuflara el valor suficiente para volver al día siguiente a sus puestos de trabajo; estábamos alentando a nuestros salvadores, a nuestros héroes.

Tampoco pudieron imaginar que, tan solo sesenta días después del último aplauso, trabajando otra vez contra la segunda envestida del virus, agotados, sobrecargados de burocracia, teniendo que dedicar poco menos de cinco minutos a cada paciente y todavía con insuficiencia de recursos, buena parte de la ciudadanía los miraría ahora con recelo cambiado la visión que de ellos tenían. Muchos de los usuarios de centros de salud y hospitales culpan a su personal, médicos y enfermeras, del deterioro, del colapso, de los protocolos, del retraso en las consultas, de no poder tomar cita por teléfono, de la sensación de abandono y de las interminables e inhumanas listas de espera. Hace unos días, los profesionales de atención primaria se concentraban frente a sus centros de salud tratando de dar visibilidad a sus inhumanas condiciones laborales. Fue la gota que colmó el vaso para muchos beneficiarios de nuestro sistema de salud. Para muchos de los que hace medio año aplaudían, en ventanas y balcones, con los ojos empañados en lágrimas, ahora descargan toda su furia y desengaño contra ellos. Mal dirigiendo su estado de frustración, por otro lado, cargado de razón, están consiguiendo lo que tantas veces ya hemos visto con otros personajes famosos, el deterioro de un héroe hasta convertirlo en un villano. Si no que le pregunten al Rey emérito.

Seguro que los sanitarios españoles nunca quisieron ser héroes, pero evidentemente tampoco villanos. Lo único que hacían era realizar su trabajo y lo único que querían era sanar y salvar vidas, sin poner en peligro su salud ni la de sus seres queridos. Al pedestal de héroes fuimos nosotros y nuestros aplausos los que los aupamos. Los españoles en aquellos primeros días de desconcierto, de desconocimiento y de angustia hicimos lo que por otro lado ha sido algo frecuente a lo largo de la historia. Y es que cuando una sociedad reconoce que un individuo o que un colectivo está siendo víctima de una injusticia, inmediatamente empatizamos con él y los convertimos en nuestros héroes. Espartaco, Robin Hood y hasta el mismísimo Jesus de Nazaret son un buen ejemplo. Los héroes, son eso héroes y no nos necesitan. Como admiradores de ellos, basta con echarnos a un lado, aplaudimos y nos emocionamos con sus hazañas sin darnos cuenta de que, con los ojos empañados no podremos ver las injusticias que se cometieron y que se siguen cometiendo con ellos. Rápidamente olvidamos que, aun siendo titanes, también son humanos y que sus problemas son nuestros problemas; que aun siendo superhombres o supermujeres, nos necesitan y no podemos darles la espalda.

Pero bueno, no voy a buscar solo tres pies al gato, para qué nos vamos a engañar; a los españoles nos encanta crear héroes, pero disfrutamos todavía más convirtiéndolos en villanos. No busquemos la cuadratura del círculo, no malgastemos nuestro tiempo ni nuestras fuerzas y dejemos en paz y respetemos el trabajo de nuestro personal sanitario. Más nos vale que los ratos que tengamos libres los dediquemos a escuchar y analizar lo que esta brutal crisis nos lleva mostrando día a día. La pandemia que sufrimos no deja de demostrarnos que como sociedad somos muy, muy vulnerables. Insiste en decirnos que los individualismos vienen de la mano del sufrimiento y de la muerte. Y aunque nos duela, no deja de mostrarnos que nuestros héroes también sufren, que tienen condiciones laborales precarias y que son victimas de un sistema sanitario disfuncional y nada eficaz. Sistema sanitario por el que todos, hombro con hombro, tendremos que exigir a nuestros gobernantes los cambios y reformas necesarios que este virus ha dejado al descubierto. Y esa, sí será labor de todos.

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