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Amparo Navarro Faure

La decepcionante distinción entre Ciencia básica y Ciencia aplicada

En enero de 2016, en este mismo Diario y bajo el título «Los Héroes del CRISPR» a propósito del profesor Francis Mojica, relataba como la revista Cell había publicado un artículo de revisión del descubrimiento genético llamado CRISPR, que según la revista Science era el más importante del año y, para algunos expertos, el del siglo. En el citado artículo, el director del Instituto Broad del MIT y Harvard y copresidente del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente estadounidense Barack Obama, Eric Steven Lander, reconocía la autoría del primer descubrimiento y la paternidad del nombre al Prof. de la Universidad de Alicante, el Dr. Francisco J. Martínez Mojica, por los resultados que obtuvo al respecto en 1993 y 2005. En el mismo sentido, su labor fue también reconocida ese año por el prestigioso científico del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, Lluís Montoliu, en el artículo «Las herramientas CRISPR: un regalo inesperado de las bacterias que ha revolucionado la biotecnología animal».

Ya en mayo del año anterior, en 2015, con ocasión del premio Princesa de Asturias otorgado a las Dras. Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por sus avances científicos en este descubrimiento, ellas mismas reconocieron la pionera aportación del Prof. Mojica, sin que inexplicablemente apareciera entre los galardonados. A partir de ese momento, he de reconocer que los científicos españoles y muchas instituciones se volcaron en los reconocimientos a Francis Mojica: los premios Jaume I, Fundación BBVA, Alberto Sols, Plus Alliance y, sobre todo, el Albany (el de más prestigio en Medicina en Estados Unidos). Asimismo, ha recibido Doctorados honoris causa en diferentes universidades y ha sido medalla de oro de la propia Universidad de Alicante con ocasión de su 40 aniversario.

Cinco años después, se vuelve a producir una situación insólita: la Academia de los Nobel reconoce por fin el descubrimiento CRISPR, se otorga el premio con todo merecimiento a las Dras. Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por la aplicación y desarrollo de la herramienta CRISPR y, paradójicamente, no se premia a su descubridor. No le encontramos explicación alguna, salvo la que el propio Francis ha declarado: se ha premiado la investigación aplicada en vez de la investigación básica. O dicho en otros términos, la que da lugar a una patente con un posible desarrollo comercial.

Ni siquiera esta explicación me consuela, porque existe un acuerdo científico general respecto a que no existe Ciencia básica o Ciencia aplicada; simplemente existe buena Ciencia o mala Ciencia. Es evidente que el desarrollo realizado por las Dras. Charpentier y Doudna, no hubiera sido posible sin el descubrimiento previo del Dr. Francis Mojica. Por poner otro ejemplo, la vacuna contra el COVID-19 no sería posible sin los descubrimientos previos relacionados con el funcionamiento básico del sistema inmunitario.

Pero no quiero quedarme con la decepción, quiero quedarme con lo importante: para todos nosotros, Francis es y será el padre de un descubrimiento que tuvo su origen en la Universidad de Alicante a partir de unas bacterias de las salinas de Santa Pola, y que ha revolucionado para siempre el campo de la Biotecnología y la Biomedicina. Me quedo también con la ilusión de estos cinco años de sus nominaciones al Nobel de Fisiología y Medicina y al Nobel de Química, que me consta ha sido compartida por muchos compañeros y compañeras, durante los cuales, con los dedos cruzados, hemos estado esperando con ansiedad el resultado de los candidatos premiados año tras año. En fin, muchos son los recuerdos vividos que me vienen a la mente; pero si tuviera que seleccionar uno entre todos ellos, me quedaría con el del nombramiento de Francis como Académico de la Real Academia Valenciana de Medicina. No olvidaré jamás la escalinata regia de la Facultad de Medicina de Valencia, presidida por la estatua de Ramón y Cajal, y un aula magna llena, con jóvenes pegados unos a otros, en el suelo y en las ventanas, para ver a Francis, para escuchar a Francis, para decirnos a todos los que estábamos allí, que ellos querían ser como él. Francis, en esos momentos, ya había hecho Historia. Qué quieren que les diga, se nos saltaron las lágrimas y, pase lo que pase, Francis siempre será mi héroe discreto.

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