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Juan Carlos Padilla Estrada

Las crónicas de Don Florentino

Juan Carlos Padilla Estrada

Los anticapis

 ─El problema es que ustedes no quieren reformar el sistema, lo que pretenden es derribarlo.

─Bueno, don Florentino… no sé si decirle que sí o que de alguna manera.

─Para ustedes lo que lleve el adjetivo “privado” es un anatema.

─Residuos de muchos años de lucha, don Floren.

─Pero, vamos a ver, don Pablo de Vallecas, perdón, de Galapagar… ¿No se dan cuenta ustedes de que el experimento comunista fracasó en la única experiencia mundial, allá por los estes de Europa, donde la gente tuvo que ser confinada por muros y vigilada con tanques?

─Eso no es exactamente así, don Floren. La llama sigue ardiendo en Cuba y en Corea del Norte. Y en Venezuela.

─Ardiendo seguramente es la palabra adecuada. El experimento comunista fracasó, don Pablo, como le decía, porque no tuvo en cuenta la premisa más importante que condiciona los actos humanos: El deseo de progresar, de ser felices, de que nuestros hijos vivan mejor que nosotros, incluso de tener más.

─Eso es un latazo capitalista. El ser humano desea la comunión con los otros hombres, la igualdad de las clases y que nadie se erija en opresor de las masas obreras.

─Bueno, aceptemos comunión con los demás como aspiración. Pero eso de la igualdad entre todos va contra la propia naturaleza humana.

─Argumento capitalista vacío de contenido. Una premisa que no por repetida se vuelve cierta.

─¿Ustedes qué pretenden, bajando a lo concreto?

─¿Nosotros? ¡Acabar con los ricos!

─¡Qué curioso! Esa fue la respuesta que le dio Otelo Saraiba de Carvalho a Olof Palme cuando le contaba las intenciones de la revolución portuguesa de los claveles. ¿Sabe lo que le respondió el socialdemócrata? “Pues nosotros en Suecia estamos empeñados en acabar con los pobres”.

─Eso son manipulaciones capitalistas de la Historia, como otras muchas.

─Quizá… lo que no son manipulaciones son sus intenciones actuales: Pretenden ustedes gravar con un IVA del 21% a la Sanidad y a la Educación Privada.

─Se trata de acabar con privilegios largamente disfrutados.

─¿Privilegios llevar a un niño a un colegio o ir a un médico privado?

─Sí, porque lo público en España funciona muy bien y está al alcance de todos. Quien quiera lo privado que lo pague, pero bien pagado.

─Comprendo… Unos padres van a pagar un 21% de impuesto por llevar a su hijo a un colegio, mientras que por comer en un restaurante se les cargará un 10%. ¿Le parece razonable?

─Por supuesto. Y a Rufián y a Bildu también. Y a mi compañera Irene aún más.

─Comprendo. Pero ha de saber usted que en España hay lugares donde los colegios no son del agrado de los padres, sin que eso implique nada más que eso; donde los médicos han de ver a los pacientes en menos de cinco minutos, donde para que te vea un especialista de la Seguridad Social hay que esperar meses, y para operarse años. ¿Sabe usted que los usuarios de la Educación y la Sanidad privada no solo van en Porsche? Hay muchos, muchísimos trabajadores y personas de clase media que se sacrifican para que sus hijos vayan a un colegio mejor, o para ir a un médico privado que los atienda en tiempo y forma o para operarse ese problema que no les deja vivir y que la Seguridad Social pospone mes tras mes. ¿A esas personas hay que masacrarlas a impuestos? ¿Hay que asolar todo lo que lleve el apellido “privado”, porque si no, no se es de izquierdas? ¿No se da usted cuenta, gestor de lo público, de que si todo lo que la educación y sanidad privadas atienden se volcara sobre el sistema público éste colapsaría? Pero parce que eso les importe nada… total… más niños por clase, más listas de espera… Eso es el sistema que regía en la URSS…

─¡Allí todo era de todos!

─No, amigo mío, se equivoca: Allí nada era de nadie. Por eso colapsó como un castillo de naipes. Y, me temo, es lo que va a suceder aquí si ustedes siguen por ese camino.

─Lo público es lo único defendible.

─Le tomo la palabra, don Pablo. Pero no se trata de defender un concepto: se trata de hacer que los españoles estén bien atendidos. Y, le aseguro, a ellos les importa poco el apellido: tan solo quieren recibir un buen servicio, lo proporcione Carlos Marx o Adam Smith.

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