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Bernardo Martínez Juan

Nueva normalidad, movilidad y escena urbana

¿Cuáles han sido los mayores atascos de la historia?

El vehículo privado motorizado es protagonista de nuestra sociedad. Existen en el mundo algo más de mil millones de vehículos en funcionamiento, de los cuales casi treinta en España, con un setenta por ciento de turismos. A pesar de su profunda raigambre se trata de un fenómeno relativamente reciente. Apenas alcanza los 100 años. Con la producción industrial del legendario Ford T en Estados Unidos, en la primera mitad del pasado siglo, el automóvil pasó en muy poco tiempo, de rareza a medio de locomoción masivo. En Europa, el gran salto no se produciría hasta después de la segunda guerra mundial, extendiéndose después por todo el planeta. La presencia del vehículo privado en las ciudades existentes, de capilares callejas medievales, ordenados barrios neoclásicos del XVIII y visionarios ensanches del XIX, ha conllevado un profundo cambio funcional y visual en nuestras ciudades. El ciudadano, que a lo largo de la historia de la humanidad había ocupado en toda su extensión el espacio público, calles y plazas compartidas con carruajes de tracción animal, quedaba de repente expulsado del centro de la calle. Se le arrinconaba a estrechas aceras y apenas se le permitía invadir las calzadas por unos escasos pasos de peatones. En los tiempos actuales, en los centros de las ciudades, la mayor parte de la superficie de la calle está colonizada por el vehículo privado. Y esto deriva irremediablemente en un reparto ineficaz desde el punto de vista de la optimización del espacio cuando se trata de viajes cortos.

Capacidad de transporte de personas por hora en una vía de 3,5m. de ancho, según medio de transporte. Fuente: Asociación Internacional de Transporte Público, 2003

Capacidad de transporte de personas por hora en una vía de 3,5m. de ancho, según medio de transporte. Fuente: Asociación Internacional de Transporte Público, 2003

En el caso de Alicante, a pesar de plausibles inversiones en transporte público como el TRAM, el transporte privado todavía es el que tiene mayor presencia en los desplazamientos. El espacio urbano sacrificado para satisfacer las necesidades de los automóviles supone entre el 20 y el 40% del total de la superficie de la ciudad, proporción que supera el 60% si consideramos sólo el espacio público. Es evidente pues, que la presencia del automóvil protagoniza la ciudad.

La actual situación pandémica que padecemos y sus consecuencias, han tenido graves efectos negativos sobre la economía, nuestro modelo de vida y sobre todo, nuestra salud. Pero toda crisis puede ⸺y debe⸺ hacernos reflexionar para mejorar un estado anterior que en muchas ocasiones asumimos acríticamente. Ese statu quo, nos obligaba a normalizar el fuerte impacto paisajístico del automóvil en la escena urbana. Durante el confinamiento y la nueva normalidad, por imposición o por autoimposición, la ciudadanía ha empleado mucho más la movilidad que podríamos llamar, de forma más acertada que sostenible, ecológica: bicicletas, patinetes motorizados o no y, sobre todo, moverse a pie. Esta nueva actitud ha derivado en una mayor presencia de las personas en el espacio de tránsito antes ocupado por los coches.

Y ahí no acaba todo. Todo automóvil en circulación supone ruido, contaminación y cierto riesgo, pero al menos cumple más o menos eficientemente la función de transportar. Sin embargo, a nivel de paisaje urbano, el impacto viene dado por la fuerte presencia de vehículos aparcados en calles y espacios afines. Un automóvil, como objeto de diseño industrial, puede llegar a ser algo muy estético y atractivo. Pero posiblemente nadie defenderá ⸺esperemos⸺ que las filas de coches aparcados en las calles también lo son. El criterio de ceder parte de ese espacio destinado al aparcamiento a la muy castigada actividad hostelera, ha puesto un granito más de arena en la mejora de nuestro paisaje urbano. En ocasiones, se ha hablado con mucha negatividad ⸺y a veces, pero no siempre, con toda la razón⸺ de la privatización del espacio público, poniendo solo el punto de mira en las concesiones hosteleras. ¿Y acaso aparcar un vehículo privado en la calle no es privatizar el espacio público?

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