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Antonio Balibrea

El mundo por dentro

Antonio Balibrea

Políticos y científicos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en videoconferencia con el ministro de Sanidad, Salvador Illa y con el doctor Fernando Simón

“Dos no se pelean, si uno no quiere”. Eso es cierto, pero más aún lo es que “dos no se ponen de acuerdo, si uno no quiere”. Por eso resulta chocante, cuanto menos, la facilidad con que repetimos que es importante que los políticos se pongan de acuerdo. La situación sanitaria lo exige, la gravedad de la situación económica requiere todos los esfuerzos, y también legitimar la actuación del Poder Judicial requiere un consenso de 210 diputados. En tertulias, debates, artículos, y editoriales se recoge hasta la saciedad la necesidad que los políticos se pongan de acuerdo. Y todo eso es deseable. Incluso se habla de que malos son porque, se supone, o se les atribuye, que defienden intereses particulares.

La cumbre de esta actitud apareció el primer domingo de octubre en un Manifiesto a doble página en los principales periódicos nacionales, pagado por 55 sociedades científicas que reúnen a decenas de miles de sanitarios. “En la salud, ustedes mandan, pero no saben.”. Ese era el titular que dedicaban a propósito de la pandemia al “presidente del Gobierno de España, a los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas, señores políticos: en la salud, ustedes mandan pero no saben”. Proclamaban “la necesidad de una respuesta coordinada equitativa y basada exclusivamente en criterios científicos claros, comunes y transparentes”; que se establezcan “criterios comunes de base exclusivamente científica, sin la menor interferencia ni presión política”, y llevado “a cabo desde el profundo conocimiento de las ciencias de la salud”. Terminan las sociedades ofreciendo en todos los ámbitos de la salud, sus conocimientos.

El Manifiesto fue de las organizaciones de científicos de la salud, pero bien podría haber sido de los científicos de la física, de la química, o de la sociología, incluso del derecho- este vendrá pronto-. A mí me recordó una conferencia que pronunció Max Weber- un clásico de la sociología- hace ahora 100 años: “El político y el científico” (Alianza Editorial. 1967). Un trabajo en el que analizaba y distinguía la vocación política y la científica, “es imposible una ”defensa científica” de las posturas prácticas”, concluía. Una cosa es el análisis científico de los fenómenos, y otra la toma de posición política. Para el científico hay dos tipos de problemas: por una parte, la constatación de los hechos; “y de la otra, la respuesta a la pregunta por el valor de la cultura y de sus contenidos concretos y, dentro de ella, cuál debe ser el comportamiento del hombre en la comunidad cultural y en las asociaciones políticas”, desde un partido, al Estado. ¿Qué aporta realmente de positivo la ciencia para la vida práctica y personal? se preguntaba Max Weber. La respuesta: las ciencias proporcionan conocimiento sobre la técnica para dominar la vida; proporcionan métodos para pensar e instrumentos y disciplina para hacerlo; y,- esto que sigue es aquí lo más relevante para mí- aportan claridad para presentar las posibles respuestas prácticas- políticas-, los medios, y las consecuencias que tienen; las ciencias pueden explicitar que tal postura práctica deriva de tal visión del mundo, o de tal otra, de tal sentido de nuestra acción- de la existencia, en definitiva-, pero no de tal otro.

Las opciones y sus consecuencias son aportaciones de las ciencias. La opción política depende de valores; y el científico sí puede, y debe explicitar de dónde, - de qué opción de valores- viene esa actuación política, y qué consecuencias tiene. Estos últimos apartados, es lo que no hacen en general, ni las organizaciones científicas citadas, ni muchos tertulianos en los debates. En situaciones críticas como las actuales no explicitar las posibles respuestas es de malos científicos, apenas tecnócratas. De poco sirve limitarse a constatar la necesidad de que se pongan de acuerdo. La unidad, o el pacto, es viable a partir del reconocimiento mutuo de las diferencias, siempre que haya voluntad política. La apelación simple a la unidad, responde a una supuesta asepsia científica.

De la ciencia no deriva la necesidad de una u otra actuación política; pero la ciencia debe analizar de qué valores deriva una y otra actuación; y qué consecuencias tiene para la sociedad. Un Manifiesto que se ampara en la ciencia debería definir las consecuencias de los actos políticos de unos y de otros. No vale meter a todos los políticos en el mismo saco. Todos no son iguales, hay unos más iguales que otros.

En la política, ustedes saben pero no mandan. Y lo que es peor, en demasiadas ocasiones ni se comprometen.

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