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Fernando Ull

Casado se echa al monte

Moción de censura de Vox

Vaya por delante que la moción de censura presentada por el partido ultraderechista VOX tiene toda la validez que le otorga la Constitución Española en su artículo 113, es decir, la de ser una de las maneras en que puede elegirse un nuevo presidente del Gobierno por parte de la mayoría del Congreso de los Diputados, además de ser un medio para exigir responsabilidades políticas al poder ejecutivo. Y dado que la Constitución así lo establece aquellos que creen en la democracia deben tomarse muy en serio la celebración de este acto puesto que España vive el periodo de libertad más largo de su historia cuyo único antecedente fue la Segunda República que terminó como consecuencia de un golpe de Estado.

Todo el discurso principal de Santiago Abascal, caudillo de VOX, giró en torno a la negación de legitimidad del Gobierno de Pedro Sánchez, aspecto en el que también coincide con el Partido Popular. La apuesta de ambas formaciones políticas, a las que unen más elementos de los que parece, por la carta de la ilegitimidad no es algo nuevo en la derecha española. Como recuerda Julián Casanova en su libro La Iglesia de Franco (Ediciones Temas de Hoy, 2001) la extrema derecha y la prensa católica legitimaron el golpe de Estado de 1936 con un ideario que se repitió hasta el fin de la dictadura, según el cual el Gobierno de la República era “ilegítimo, tiránico y traidor a la patria” estando la sublevación militar justificada. Este argumento resulta casi idéntico al empleado hoy día por VOX, que pretende, a fuerza de repetirlo, extender en cierto sector de la sociedad española la idea de que el actual Gobierno elegido por los representantes de los españoles en el Congreso de los Diputados supone poco menos que el anticristo.

Quizá alguien debió explicar al líder de VOX que además de acusar al Gobierno de la nación de ser responsable de todos los males que ocurren en la Tierra debió haber presentado un plan alternativo de gobernanza. Escuchado el discurso de Santiago Abascal (me sacrifiqué por los lectores de esta sección del Diario Información) la única idea que pudimos sacar es que está en contra de la existencia de las comunidades autónomas y de la Unión Europea, es decir, en contra de aquello que más bienestar y estabilidad ha dado a España en toda su historia, además de contra todo aquello que suponga ejercicio de las libertades individuales y morales.

La gran sorpresa de la moción de censura ha sido el nuevo cambio de rumbo del Partido Popular, o mejor dicho, de Pablo Casado. Aunque Casado mantuvo hasta el último momento la incógnita de su voto en la moción de censura, el voto negativo y su discurso atacando a VOX pretenden convertir al PP en la cúspide del centro derecha español. Durante los próximos meses Casado tiene el trabajo de conseguir que su discurso Canovista sea creíble. Un discurso no hace programa ni tampoco puede cambiar una dinámica política. En realidad, el cambio de Casado es producto de la necesidad pero en cualquier caso bienvenido sea este nuevo giro. En España es más necesario que nunca una derecha civilizada que abandone la rabia y el odio que se destila en algunos medios de comunicación, sobre todo digitales, y las formas del tea party norteamericano en horas bajas imbuidos por el huracán Donald Trump.

A Santiago Abascal se le demudó la cara con el discurso de Casado. No se lo esperaba. Y más aún si se tiene en cuenta que gracias a los votos de VOX el Partido Popular gobierna en varias comunidades autónomas y en un buen puñado de ayuntamientos. No se esperaba, repito, que su ex compañero de partido le recordase que vivió del Partido Popular bastantes años. Casado ha conseguido lo que parecía imposible. Desde esta moción de censura, y lo que queda de legislatura, el rehén va a ser VOX. ¿Qué va a hacer el partido de ultraderecha ahora? ¿Permitir que caigan los Gobiernos de Andalucía o la comunidad de Madrid y convertirse en responsables, de cara al electorado conservador, del regreso de los socialistas? A Santiago Abascal sólo le queda una alternativa: aguantar, callar y tragar.

En la democracia española las mociones de censura se han utilizado desde la primera que llevó a cabo Felipe González en contra de Adolfo Suárez para ganar visibilidad y sensación de partido de Estado. Exceptuando la de Pedro Sánchez, que consiguió hacerse con la presidencia del Gobierno echando a un Mariano Rajoy hundido por la corrupción, todas tenían la votación perdida de antemano. Sin embargo, a raíz del giro inesperado de Pablo Casado, que se ha puesto de un día para otra el traje de cristiano-demócrata-liberal-europeo, y el discurso, una vez más, comedido y constructivo de Pedro Sánchez evitando caer en el barro político al que quería llevarle Santiago Abascal, el beneficiado de esta moción de censura ha sido el Gobierno de coalición que ha podido volver a explicar su programa político que ya se expuso en el último debate de investidura y el gran perjudicado ha sido el propio Abascal y su impecable traje más ajustado que nunca.

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