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Un Papa valiente

El papa Francisco.

Al escuchar las palabras de Francisco creía estar viendo la serie de Sorrentino, en los memorables discursos de su joven Papa Jude Law o de John Malcovich, cuando afirmaban con rotundidad que la Iglesia había perdido algo esencial, el amor en todas sus facetas y perspectivas, y que trabajarían para recuperarlo sin excluir a nadie. El Papa Francisco, inmerso en la peor división ideológica en el seno de la Iglesia católica, sorprende con unas declaraciones a favor de leyes que amparen la unión civil entre personas del mismo sexo.

Pero cuidado, en ningún caso pretende ni tiene el rango de declaración institucional o canónica en apoyo del matrimonio homosexual ni en la renuncia a las convicciones tradicionales de la Iglesia sobre la propia homosexualidad. Se trata más de una defensa de la justicia y los derechos básicos y civiles de todas las personas, como ya hiciera siendo Cardenal. No es la primera vez que Francisco muestra un apoyo tan nítido y directo a este tipo de uniones. Recordad aquella frase cuando volaba con periodistas de su viaje a Brasil: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. O cuando en el Sínodo de la familia sintió la necesidad de tomar “opciones pastorales valientes”: atender y defender a la familia en situaciones difíciles, discernir, escuchar y acompañar las situaciones de ruptura, los matrimonios civiles, la violencia de género… O cuando trata de convencer a los obispos de moderar su duro discurso frente a las uniones homosexuales y admitir que los gays tienen “dones y algo que ofrecer a la Iglesia”. Además, su intencionalidad profunda, reflejada en el uso del lenguaje, no puede pasar desapercibida… Es el primer Papa que utiliza la palabra gay en público, lo que puede parecer baladí, es una valentía semántica de reconocimiento y aceptación sin dobleces de las personas homosexuales; la referencia explícita a la “familia” profundiza más en un concepto hasta ahora tabú para la Iglesia en relación con la convivencia entre personas homosexuales. El paso que realiza al hablar de relaciones “intrínsecamente desordenadas” a reconocer los aspectos positivos de la sexualidad humana. Sea lo que sea, no se habla de aprobar o reconocer determinados comportamientos o el matrimonio como tal. Por eso tenemos que ser muy cautos al escuchar y publicitar estas declaraciones, son más afirmaciones privadas de un Papa de estilo sencillo y directo, al que muchos acusan de excesiva improvisación en sus actuaciones y decisiones. Sé que para todos es difícil separar las palabras del cura Bergoglio de las declaraciones del Papa, de hecho todas sus palabras adquieren de manera espontánea el rango de verdades a creer, cuando no todas tienen el mismo valor o sentido. Estas parecen más palabras con su sentido pastoral de misericordia y acogida que una afirmación intencionalmente doctrinal-canónica. Muy en la línea de aquellas famosas conversaciones con Andrea Rubera, un romano homosexual que tenía tres hijos con su pareja y le escribió una carta al Papa para contarle que quería mandar a sus hijos a la parroquia, pero tenía miedo de que pudiesen ser discriminados o pudieran tener un trauma. Días después, el Pontífice le llamó diciéndole que la carta era preciosa, y animándole a llevar a los niños a la parroquia. “Me dijo: por favor, lleve a sus hijos a la iglesia, sea transparente sobre su familia, va a ser bueno para ellos aunque no todos estarán de acuerdo con una familia de este tipo”. Ya lo decía al principio, estas palabras del Papa Francisco llegan en el peor de los momentos de confrontación ideológica dentro de la Iglesia y con los sectores más conservadores; y sobre todo sorprende el formato en que se produce. Está dentro de su lógica: “su proceso de apertura”. No deja de ser un “modus operandi” habitual en este papado. Recuerdo uno de mis encuentros con el Papa donde hablaba de la Iglesia como un globo que un niño ha llenado de aire, pero en un descuido se le escapa de las manos ¿qué sucede?, nos preguntaba. Que al expulsar el aire, poco a poco se hace más pequeño y se aleja más y más de nosotros, hasta que desaparece sin solución. Esta es la Iglesia en el mundo. Necesitamos soplar todos y desde todos los frentes, para que siga estando cerca de nuestras vidas y llena de verdaderas respuestas. Él no dejara de insuflar la frescura de su pontificado.

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