Hoy 24 de octubre encaramos un año más el Día Internacional de la Lucha contra el Cambio Climático y para el planeta tenemos un plan que pasa por dar por superada una fecha que nos pone de frente ante la Emergencia Climática. Un plan con un objetivo: integrar la adaptación y mitigación de forma transversal que siente las bases de un nuevo modelo.
La lucha contra el cambio climático interpela a todos los agentes, a todas las personas, por supuesto a todas las instituciones que debemos ser ejemplo y referencia de transformación. Tenemos el impulso, la conciencia y un eje sobre el que pivotar las políticas para frenar el calentamiento global. El anteproyecto de la Ley Valenciana de Cambio Climático y Transición Ecològica marca un paso realista y decidido con dos objetivos claros: la reducción del 40% de emisiones en 2030 y la descarbonización de la economía el año 2050.
Nuestro plan es ambicioso. Comenzó con el impulso a la Declaración de Emergencia Climática, un pronunciamiento que implica cambios en nuestro modo de gestión y en nuestro día a día. Una transición en la que la Administración juega un papel garantista pero también acompañante: el de asegurar que el cambio de modelo productivo y económico no deja a nadie fuera.
La transición será justa o no será. Esta máxima pone el foco en la justicia social desde la convicción también de que el territorio tiene que dejar de ser un criterio de desigualdad entre personas adaptadas al cambio climático o vulnerables a sus efectos, sobre todo ante una crisis que, aunque global, ya apunta al Mediterráneo entre los puntos calientes de su impacto.
La energía renovable y la economía circular se alzan como dos de los pilares fundamentales del cambio de modelo, no solo por su contribución indispensable al recorte de emisiones y la neutralidad, sino por su impacto en el desarrollo de nuevos yacimientos de empleo y economía vinculada.
Al igual que el cambio climático es un hecho comprobado de forma científica, la fuente de oportunidad que nos ofrece la transición ecológica dispone de cálculos que cuantifican sus efectos positivos. Las estimaciones señalan que las instalaciones de energía limpia pueden generar en cinco años una inversión de 5.000 millones de euros y 3.000 nuevos puestos de trabajo, directamente relacionados con el territorio en el que se crean y, por tanto, difícilmente deslocalizables.
En esta materia, nuestro plan ya ha comenzado su andadura con un Decreto Ley que acelera la implantación de proyectos de energía eólica y fotovoltaica hasta alcanzar los 10.000 MW en 2030. Es fundamental para esta transición energética y la descarbonización de la economía valenciana dar un salto cualitativo en aprovechamiento energético que además de limpio sea democrático.
El paquete de iniciativas propone una drástica bajada de las emisiones desde la actuación en torno a la Movilidad, el Territorio, la Energía y la Fiscalidad. Cuatro factores alineados con el planteamiento de los Fondos Europeos de Recuperación. Una dotación que debe poner el acento en recobrar la actividad desde la refundación de nuevas formas de producir y relacionarnos con el planeta, y no desde la reconstrucción de un modelo que se revela ya caduco.
Los cambios estructurales necesarios serán más potentes si se acompañan de un ejercicio individual de acción colectiva. En un escenario de incerteza es importante reivindicar que cada comportamiento cuenta para luchar contra el cambio climático. Hasta ahora hemos sido los culpables de agravarlo, podemos empezar a ser también los responsables de frenarlo.
Tenemos un plan ya en marcha, ante una gran crisis que no admite esperas y que exige de nosotros una actuación ágil y valiente con el fin de alumbrar un nuevo modelo sólido, compartido, colaborativo, resiliente, flexible, participativo y abierto. Un escenario de futuro que ponga la salud del planeta, pero también la nuestra en el centro.
