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José Vicente Cabezuelo

Formación para generar valor

La existencia de la universidad responde a dos grandes anhelos del ser humano. Por un lado, el de comprender hasta su último extremo el mundo que nos rodea en todos sus aspectos y por otro, responde también a la necesidad de avanzar, de mejorar y de innovar. Como decía el escritor Jorge Luis Borges, “la universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa”. Universidad y sociedad deben pues recorrer juntos el camino hacia el progreso, aprendiendo del pasado, pero mirando hacia el futuro.

Por todo ello, la universidad debe adecuarse a las transformaciones de la sociedad y a sus requerimientos profesionales. En este sentido, resulta una exigencia ampliar y adaptar la oferta formativa universitaria a unos entornos laborales cambiantes que den respuesta a las necesidades de la sociedad y mejoren, al mismo tiempo, la empleabilidad de calidad del alumnado egresado. Pero también es fundamental que la universidad continúe siendo el espacio en el que se desarrolla y estimula el espíritu crítico, la reflexión y el debate de conocimiento para formar personas que sean capaces de convivir en sociedad y superar los obstáculos de la vida. La universidad, por tanto, debe conjugar la necesidad de formar personas con conocimiento, habilidades y capacidad crítica con la necesidad de preparar profesionales competentes y cualificados para dar respuesta a las exigencias de su entorno socio-laboral. En definitiva, no hay que olvidar la formación integral de la persona.

El último estudio publicado acerca de la empleabilidad del colectivo egresado de 2013-14, pone de manifiesto la diferencia de resultados en la inserción laboral entre titulaciones, entre las diversas ramas de conocimiento (Artes y Humanidades, Ciencias Sociales y Jurídicas, Ciencias, Ingeniería y Arquitectura y Ciencias de la Salud), y entre las universidades públicas y privadas. Como indica el informe, al margen de variables determinantes como la coyuntura económica, la tasa de desempleo de egresadas y egresados en la zona de influencia de la universidad o el nivel de demanda de empleo altamente cualificado en el tejido productivo de su entorno, la oferta formativa y la calidad docente deben ser activadoras de la empleabilidad. Por ello, es necesario que se diseñe una nueva estrategia de formación que vincule la oferta académica tanto de los títulos oficiales como de los títulos propios con el tejido socioeconómico y que responda a las demandas del entorno y a su empleabilidad, como apuesta de una universidad de futuro.

Como dijo el científico Alexander Graham Bell, "nunca vayas por el camino trazado pues te conducirá a donde otros ya fueron"; desde esta visión, debemos ser capaces de correlacionar al estudiantado con las exigencias del mercado laboral, con las profesiones en auge, con las demandas de la sociedad o con las nuevas oportunidades de emprendimiento. Por un lado, con programas de formación dual con ciclos formativos de grado superior, el estudiantado recibe formación en el centro educativo y, al mismo tiempo, pone en práctica lo aprendido en un centro de trabajo. Por otro, una oferta flexible y diversificada de títulos propios –basada en un diseño de módulos y adaptada a las necesidades de aprendizaje de cada estudiante en el marco de una formación continua y a los requerimientos del mercado laboral–, acerca la formación a las exigencias de nuestro entorno.

Además, los programas formativos abiertos en grados y postgrados permiten la flexibilización en la formación del currículo del alumnado. La implementación del grado abierto entre diferentes carreras de la misma rama de conocimiento en los dos primeros años de los estudios, no solo podría reducir la tasa de abandono en los primeros cursos académicos, sino que facilitaría que el alumnado pudiera seleccionar su propio currículo afianzando su vocación. En el caso del postgrado, el programa abierto (opción ya vigente en nuestra universidad) permite al alumnado cursar programas de máster con itinerarios de especialización y formación multidisciplinar. Esto redunda en una formación adaptada a las necesidades de cada estudiante en una formación continua.

Pero como docente y padre con hijos en edad universitaria no creo que la empleabilidad o la retribución deban ser los únicos aspectos a la hora de elegir los estudios universitarios. La universidad forma personas libres para ser ciudadanas y ciudadanos responsables, participativos, respetuosos y facilita las competencias y capacidades profesionales que la sociedad necesita. La formación universitaria, entendida como un proceso continuo de generación de valor a lo largo de la vida, garantizará la empleabilidad y un futuro de calidad de las y los estudiantes contribuyendo a construir una sociedad mejor.

Por tanto, la formación de la Universidad de Alicante se debe configurar a corto y medio plazo para responder a las demandas de una sociedad local y globalizada. Este es, sin duda, el mejor ejemplo de rendición de cuentas ante la sociedad, adaptarse y ser capaces de dar respuesta a sus necesidades, a las necesidades de las personas.

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