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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Participación ciudadana contra el cambio climático

La acción climática mundial pendiente del pulso electoral en EEUU

Mientras parece que todo pasa por el coronavirus, la vida sigue y el mundo continúa avanzando, con sus problemas y desafíos, que no son pocos. Y en este país, crispado y enfrentado, estamos dejando demasiadas asignaturas pendientes y postergadas que más tarde o más temprano tendremos que recuperar. Y cuanto más demoremos las respuestas, más costosas, complejas y difíciles serán.

Son muchos, sin duda, los problemas fundamentales que estamos dejando de lado, aunque entre los más importantes e imparables se encuentra el cambio climático, con la particularidad de que sus efectos son tan transversales que determinan la totalidad de planos de nuestra vida.

En los últimos meses y en distintos países del mundo, se vienen poniendo en marcha dinámicas participativas muy originales con los ciudadanos para conocer sus preocupaciones sobre el cambio climático y recoger sus propuestas prioritarias, pudiendo incorporarlas a las agendas políticas inmediatas de los gobiernos. En Francia, Suecia o Reino Unido, personas elegidas por sorteo han formado asambleas ciudadanas que han llevado a cabo reuniones de trabajo durante meses muy sugerentes para elaborar un conjunto de propuestas concretas muy inmediatas contra el cambio climático, con el compromiso de que los diferentes gobiernos trabajen para llevarlas a cabo.

En Reino Unido, la primera asamblea ciudadana climática se creó a petición de seis comités distintos de la Cámara de los Comunes, formándose en enero de este año con ciudadanos elegidos al azar procedentes de todas las regiones del país. Su objetivo era buscar soluciones inmediatas para lograr cero emisiones de CO2 para 2050, mediante reuniones y debates que permitieran identificar medidas muy concretas para llevar a cabo. Un proceso similar se realizó también en Francia, en septiembre del pasado año, creándose una “Convención ciudadana sobre el clima”, formada por 150 personas seleccionadas de manera aleatoria. Con anterioridad, en Suecia, se creó el llamado “Parlamento popular por el clima”, que comenzó sus trabajos en el año 2014, sin que haya dejado de remitir propuestas muy precisas al gobierno de este país para actuar contra el cambio climático desde entonces.

La experiencia sueca surgió desde abajo, a través de movimientos ambientalistas que inmediatamente contaron con el apoyo entusiasta del Gobierno, mientras que en Francia y Reino Unido fueron los gobiernos quienes organizaron estas asambleas a través de sus particulares loterías ciudadanas. Estos procesos de sorteo, realizados por institutos demoscópicos, trataron de reunir una muestra representativa de la población en sexo, edad, nivel de estudios, profesiones y territorios, sin que necesitaran tener conocimientos especializados. Al mismo tiempo, las personas que se reunieron contaron con el apoyo de expertos, profesionales y científicos elegidos libremente por ellos en cualquier rama del conocimiento o de la actividad humana, para enriquecer así sus deliberaciones. En el caso francés, la iniciativa de crear esta asamblea ciudadana se vinculó, también, a las protestas llevadas a cabo por los “chalecos amarillos” en relación al fallido anuncio de subida de los carburantes a través de una nueva ecotasa, medida muy contestada que tuvo que ser retirada por el presidente Emmanuel Macron a cambio de revisar su impacto social y climático.

Las iniciativas, de por sí atractivas por su dimensión participativa tan insólita, se enriquecen todavía más al implicar a los ciudadanos en el análisis sobre las necesidades de impulsar medidas efectivas para afrontar el cambio climático en cuestiones que afectan directamente a sus vidas, pero que los gobiernos gestionan al margen de sus pueblos. De hecho, un buen número de las medidas que manejan los gobiernos e instituciones mundiales pasan por grandes transformaciones para todas las personas, sin que se haya explicado su necesidad ni tampoco la manera en que les afectará a sus vidas diarias.

En el caso de la Asamblea Francesa, el informe final elaborado contiene 149 propuestas distintas, planteando medidas tan interesantes como introducir en la Constitución francesa la lucha contra el cambio climático, la defensa del medio ambiente, así como la incorporación en el Código Penal el delito de ecocidio. Pero como medidas más concretas e inmediatas, que serán fijadas en breve, se encuentran la reducción de la velocidad máxima en las carreteras, la revisión del consumo energético en todos los edificios, reducir el consumo de carne o limitar estrictamente la publicidad de productos altamente contaminantes.

A su vez, desde la Asamblea por el Clima de Reino Unido han surgido propuestas que tienen en cuenta cambios impulsados por la pandemia, como mejorar el transporte público, limitar el uso de todoterrenos en las ciudades, favorecer el teletrabajo y el uso de desplazamientos no contaminantes, junto al impulso de una agricultura respetuosa con la biodiversidad. Pero en todos los casos, los ciudadanos ingleses rechazaron de manera mayoritaria las sanciones, apostando por un diálogo continuo entre los gobiernos y los ciudadanos para informar, acordar y explicar todas las transformaciones necesarias para enfrentarse al cambio climático en el país.

¿Y en España? La aprobación por el Consejo de Ministros de la “Declaración ante la emergencia climática” comprometía también al Gobierno a crear una Asamblea Ciudadana del Cambio Climático, que, a diferencia de lo ocurrido en otros países, se encuentra parada por la pandemia. Más asignaturas pendientes que se acumulan en nuestro país.

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