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Doménec Ruiz Devesa

Por un pacto europeo contra el yihadismo

La Policía traslada a la detenida en Alicante por yihadismo.

Europa vuelve a vestirse de luto tras sufrir el zarpazo del terrorismo, una vez más inspirado por el islamismo radical. El asesinato del profesor Samuel Paty por un joven checheno educado en Francia, tras mostrar en clase unas caricaturas del Profeta Mahoma, ha espantado a la opinión pública occidental. El Presidente Macron considera que el “separatismo islamista” es una seria una amenaza que quiebra los valores y la convivencia en la República Francesa, y en las sociedades abiertas, cosmopolitas y democráticas. Por su parte Erdogan, el presidente turco, ha avivado la llama de la intolerancia y el fanatismo religioso en varios países del mundo al considerar esta posición un ataque al Islam, con el choque geopolítico entre Grecia y Turquía en el Mediterráneo oriental como telón de fondo.

Tras dichas declaraciones, se han sucedido dos nuevos atentados islamistas en Niza (tres víctimas) y en Viena (cuatro víctimas). Estas agresiones se suman a una macabra lista que ha sembrado de dolor la geografía europea. No podemos olvidar los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid (193 muertos) y de Barcelona y Cambrils el 17 de agosto de 2017 (16 muertos). Entre esas dos fechas en los que nuestro país se vio atacado por el islamismo radical se sucedieron trágicos episodios de la misma naturaleza en París, (ataque a la revista Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, doce víctimas mortales), y el 13 y 14 de noviembre de 2015 con los ataques en diversos puntos de la ciudad, y en particular en la sala Bataclán, donde el terrorismo se cobró en total la vida de 130 personas. También Niza en 2016, fue golpeada por primera vez durante la celebración de la toma de la Bastilla el 14 de julio (86 fallecidos).

Tampoco la principal capital de las instituciones de la UE, Bruselas, se libró del azote del terrorismo islamista. El 22 de marzo de 2016 sendos atentados en el aeropuerto de Zaventem y en la red del metro de la ciudad provocaron la muerte y el caos entre los vecinos de la capital belga (31 víctimas motales). Otro ataque terrorista sembró el pánico el 11 de diciembre de 2018 en un mercado navideño en Estrasburgo (5 muertos y 11 heridos), sede del Parlamento Europeo y en las fechas en las que tenía lugar la sesión plenaria.

Como en otras ocasiones de nuestro pasado reciente, frente al terrorismo los demócratas no podemos mantenernos al margen, pues éste, también el de matriz religiosa, atenta frontalmente a los valores de la Unión Europea. Por ello también se ha de dar una respuesta desde el ámbito desde la UE, así como por la naturaleza del fenómeno, a menudo transnacional.

España puede servir de ejemplo en este terreno, con experiencias como el pacto en favor de las libertades y contra el terrorismo de ETA de 2000 impulsado por José Luis Rodríguez Zapatero, o el pacto antiyihadista propuesto por Pedro Sánchez en 2015. En este sentido, podría ser útil establecer un Pacto Europeo contra el Terrorismo que visibilice la unidad de las fuerzas políticas y de la sociedad alrededor de unos valores y de un conjunto de medidas a adoptar desde la Unión. En primer lugar, es preciso evitar estigmatizar al conjunto de la comunidad musulmana, cuya inmensa mayoría está formada por ciudadanos pacíficos que respetan el Estado de Derecho, al tiempo que se promueve el diálogo intercultural (Alianza de las Civilizaciones), y las interpretaciones del Islam compatibles con la ética pública europea: la laicidad, la tolerancia, y la igualdad de género son principios clave para gestionar la diversidad en una sociedad abierta. Todo ello sin olvidar que la desigualdad social, la segregación urbana, y la alienación son terrenos abonados para la radicalización de los jóvenes. En segundo lugar, es fundamental reforzar la coordinación de las fuerzas y cuerpos de seguridad de los diferentes Estados miembros, en particular en lo que se refiere al intercambio automático de información entre servicios de inteligencia, así como convertir Europol en un verdadero FBI europeo. Por último, la Unión debe seguir apostando por la resolución negociada de los conflictos en Oriente Medio, clave para mejorar nuestra seguridad colectiva.

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