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Milagros García

Fatiga pandémica

Dos mujeres pasean por Murcia con mascarilla.

La ciudanía está cansada de esta situación en la que parece que no se le ve el fin y en la que se suceden las declaraciones políticas contradictorias, que parecen muchas veces debidas más a las preferencias políticas del que las hace, que basadas en la evidencia científica. El COVID-19 ha llegado en un momento en que parecía que íbamos saliendo de la crisis del 2008 y de repente nos hemos encontrado en una situación en la que no nos habíamos encontrado nunca, luchando contra un enemigo invisible, poderoso, del que no sabíamos nada cuando empezó y que ha trastocado nuestra vida personal, profesional y económica de una manera que no habíamos podido imaginar.

Aceptamos el confinamiento del mes de marzo con resignación, convencidos de que el sacrificio merecía la pena y era la única medida posible para detener los contagios, la saturación del sistema sanitario y el número de muertes. Pero a partir del mes de septiembre con el aumento progresivo de los contagios y la variabilidad de las medidas que se están aplicando y la contradicción de gran parte de los mensajes, ha llevado a la situación de la llamada fatiga pandémica como dijo el Ministro Illa el miércoles 4 de noviembre. Juan Ramón de la Fuente, Embajador de México en la ONU define la fatiga de pandemia como “un estrés intenso prolongado que afecta a la salud física y mental que se produce ante una situación de incertidumbre ante amenazas externas “que se manifiesta como hartazgo, decepción, cansancio, apatía y hastío y que según el ministro “lleva a no seguir las medidas, a subestimar los riesgos e incluso a protestas violentas".

Con el afán de recuperar la economía, la desescalada se llevó a cabo más rápidamente de lo que era deseable epidemiológicamente, se transmitió la idea de que se había vencido al virus ante la disminución drástica de los contagios y muertes y una estabilización del sistema sanitario, la alegría de que terminara el confinamiento y el deseo de salir y reunirse con los familiares y amigos, lo que Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria de la OMS en Situaciones de Crisis llama el “frenesís del verano” llevó a una relajación de la medidas preventivas durante los meses de verano. La llegada del otoño con el rencuentro de familiares y amigos, la vuelta al trabajo, al colegio y a la universidad y el uso del transporte publico, multiplicó las reuniones, los contactos y el ocio nocturno sin distancia ni mascarilla, y en el mes de septiembre los positivos empezaron a subir y cogieron a las autoridades desprevenidas y con los deberes sin hacer.

Por otro lado, la variabilidad e incongruencias en las medidas que se han ido aplicando y los mensajes que se han trasmitido han creado una sensación de incertidumbre y desconfianza en los políticos e incluso en los científicos que no va a ser fácil de reconstruir y que no han ayudado ni a la responsabilidad de la ciudadanía ni a que se cumplan las medidas, entre otras cosas porque los ciudadanos no saben qué hacer.

El alcalde de Madrid el viernes 29 de octubre pedía que la gente saliera a consumir en el barrio y los restaurantes y hace un par de semanas pedía los madrileños que salieran lo menos posible, en lo que coincidía con el Viceconsejero de la Comunidad Antonio Zapatero pidiendo que se queden en casa. El vicepresidente pidiendo medidas mas drásticas y la presidenta diciendo que las medidas adoptadas son suficientes.

Unas comunidades cierran los bares y otras no, toque de queda a las 10 o las 12, confinamiento perimetral o no; mascarillas si en todos los entornos incluidos los parques o solo en espacios cerrados, tests a toda la población, solo a los contactos directos o a todos lo trabajadores; unos expertos diciendo que es necesario un confinamiento domiciliario y otros que puede servir el confinamiento perimetral acompañado por teletrabajo y control de los aforos y reuniones; unos jueces fallando a favor del confinamiento perimetral y el toque de queda y otros en contra; y todo con datos epidemiológicos similares y la misma legislación. ¿Cómo va aclarase la ciudanía si ni los políticos, ni los jueces, ni los expertos, son capaces de ponerse de acuerdo ante la misma evidencia en un momento determinado?

El Tribunal Superior Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) aprobó las medidas del toque de queda y reducción del número de personas en reuniones basándose en el argumento de que “únicamente suponen una restricción de derechos fundamentales y no una suspensión de los mismos” “cumple el juicio de necesidad y porque de ellas derivan más beneficios de interés general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto”. Este enfoque parece razonable y concorde con las necesidades de contención de los contagios, y salvo grupo extremos como los negacionistas los ciudadanos lo entienden, sin embargo, no entienden porque otros Tribunales Superiores de Justicia de otras comunidades entre ellas la Comunidad de Madrid, han encontrado que ambas medidas eran anticonstitucionales.

Un popurrí de medidas contradictorias que la ciudadanía percibe como que se toman basándose más en las preferencias personales o afiliación política que en la evidencia científica y que le afianza la idea de que las medidas tiene un carácter político más que epidemiológico. Esa falta de uniformidad sin explicaciones es la que ha minado la confianza de los ciudadanos en las instituciones y los responsables políticos.

No se han dado explicaciones claras del porqué de las medidas, ni de los cambios de estrategias, ni porqué unas comunidades aplican unas medidas y otras no ante datos epidemiológicos similares. Para aquella parte de la ciudadanía, que cumple las normas, que es la mayoría, considera que no ha servido nada todo el esfuerzo que han hecho ante el aumento de los contagios, cerca de un 30% en lugares de ocio nocturno, una política sin rumbo fijo, con medidas improvisadas y un futuro desalentador. Los jóvenes al ser la mayoría asintomáticos, piensan que el virus no existe y si existe que no va con ellos. No son conscientes de que si se contagian se convierten en focos de contagio para sus familiares, amigos y colegas.

La estrategia de comunicación seguida durante toda la pandemia por algunos medios y por los responsables políticos ha sido la mayoría de las veces, una expresión de como no se debe hacer. Hay un exceso de información, pero una información muy basada en la epidemiología que poco significa para los ciudadanos, que están preocupados por lo que ocurre en su ciudad o pueblo y porqué y como les va a afectar a ellos. La incidencia acumulada de 14 días es muy útil para evaluar la evolución de la pandemia, pero lo que la gente quiere saber es el hoy y el mañana y no el pasado. Por ejemplo, la incidencia acumulada en la Comunidad Valenciana en las dos últimas semanas ha sido de 115,09 por 100.00 habitantes, 2,44 veces más baja que la media española, pero va desde 0 en 277 municipios de la Comunidad a 1341 en El Puig en Valencia y no es fácil encontrar los datos de un municipio concreto en el momento actual.

Tratando de transmitir seguridad y ánimos a la ciudadanía y de protegerse ante los posibles errores cometidos o por cometer, los políticos han conseguido el efecto contrario a lo que pretendían. Hubiera sido mucho mejor que hubieran sido honestos y transparentes, que indicaran las incertidumbres ante una situación desconocida con un virus que no se sabía como se iba a comportar, que hubieran utilizado las herramientas y sistemas de comunicación del S.XXI y no del XIX, redes sociales mensajes cortos y claros y no largas y tediosas ruedas de prensa en las que la gente desconecta. Las expectativas de los ciudadanos hubieran sido mas realistas y las decepciones menores. Veremos que ocurre si las expectativas creadas para la navidad no se cumplen.

Como dice Juan Ramón de la Fuente, “no tiene caso imaginar oasis en el corto plazo. ¿A cuenta de qué? Creo que es mejor ubicarnos en la realidad objetiva sin menoscabo de una buena dosis de optimismo (que siempre ayuda), pero no con distorsiones fantasiosas. Eso sólo terminará, tarde o temprano, en nuevos desencantos.”

A pesar de las recomendaciones constantes de los expertos para adelantarnos al comportamiento del virus, las medidas se han ido tomado tarde y siempre por detrás, los cambios de rumbo se hubieran entendido mejor si se hubiera recalcado que íbamos aprendiendo del comportamiento del virus en el tiempo y adaptándonos, la verdad siempre ayuda. Un ejemplo de cómo debe tratarse la comunicación en situaciones como esta es el discurso de la presidenta de Nueza Zelanda Jacinda Arder, en 8,5 minutos explicó lo que se iba a hacer como se iba a hacer y lo importante que eran los ciudadanos para conseguirlo y ha conseguido ser el país con mejores resultados.

Los cambios de comportamiento son difíciles de lograr salvo que la persona encuentre razones suficientes para hacerlo A los ciudadanos hay que convencerlos, hay que darles explicaciones razonables del porque deben cambiar su hábitos, hacerles participes del problema y de la solución, decir la verdad sin que esta se vea afectada por ideologías políticas y entonces responderán y con ello será más fácil el control de la transmisión del COVO-19 y se evitará la desesperanza, el agotamiento y la fatiga pandémica con las consiguientes consecuencias positivas para la salud.

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