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Antonio Ortuño

El cocido montañés

Grandes diferencias entre Pfizer y Moderna

Sonar el despertador, levantarme, poner un café y conectar el televisor es uno. Sentarme, tomar el primer sorbo de la infusión de cafeína y cambiar la tele al canal de cocina es otro. Entre el “uno” y el “otro” apenas un minuto. Así un día tras otro, tras otro y otro… Pufff, que hastío me produce ver las noticias. Entiendo que es una preocupación mundial, entiendo que todo, gira entorno a la Covid. Pero llega un momento que prefiero ver cómo se elabora un cocido montañés que tener que escuchar, un día sí y otro también, el mismo discurso que lo único que aporta de nuevo son las cifras de hospitalizados, de infectados y de fallecidos. También es cierto que últimamente los noticiarios han variado un poco, de vez en cuando sale alguna que otra fantasmada o patochada protagonizada por el incombustible Donald Trump, que espero que solo se dedique a poner una nota de humor en los noticiarios y que no vaya más allá. Al menos que no lo dejen ir más allá.

En esta pandemia si algo hemos podido ver ha sido cómo algunos tertulianos asiduos de los distintos canales de televisión han ampliado su currículo. Muchos se han autodenominados en “expertos de casi todo”. Los hemos visto comentar como versados licenciados en infectología, es decir expertos en el manejo y tratamiento de enfermedades víricas. Los hemos podido ver cómo reputados doctores epidemiólogos, lo que les permite tener disputas acaloradas sobre los modelos, las causas y el cuadro de enfermedades que afectan a un grupo de personas. Y por supuesto ya los hemos oído discutir como verdaderos Catedráticos, con varios másteres, de política y políticos. Como verdaderos licenciados en Ciencias Políticas a todos los hemos visto abanderar opiniones, intereses y preocupaciones de parte de la población. Aunque a veces, a duras penas, pueden ocultar a quién sirven y sus riñas y argumentos siempre van en defensa de los deseos de sus dueños y señores, los partidos políticos. Últimamente, ya están dando sus primeros pasos en su recién estrenada licenciatura, la biotecnología. Ya están teniendo sus primeros choques dialécticos a cuenta de la vacuna Pfizer, de cómo se pronuncia, de su efectividad, de su seguridad, de su tratamiento, de todo. Saben de todo como verdaderos especialistas.

Hay pocas cosas de importancia que se escapen a la lupa del refranero español; para este fenómeno creo que le viene como “anillo al dedo” aquel que reza: “Aprendiz de mucho, maestro de nada”. Maestros de nada que, con sus argumentaciones, con sus apasionamientos y con su, cada vez más, mala educación lo único que generan en su entorno es crispación, desconcierto y sobre todo desconfianza. Desconfianza por todo, por la atención primaria en los centros de salud, por nuestro sistema sanitario, por nuestros investigadores, por los especialistas y por supuesto por los políticos, aunque esta ya viene de lejos. Ahora toca mermar la posibilidad de una pequeña esperanza, ahora toca nublar la pequeña luz al final del túnel de la pandemia, ahora toca desacreditar el fármaco que nos podría devolver a nuestra antigua normalidad que tanto echamos de menos. Y todo ¿por qué? ¿Recuerdan las carcajadas que nos echamos cuando Trump decía que la farmacéutica, responsable de la primera vacuna, había retrasado la noticia de su lanzamiento al mercado para perjudicarlo en el proceso electoral? “Este hombre está loco” pensamos más de uno. ¿O no? ¿A qué viene ese rechazo, por parte de algunos, tan visceral ante la posibilidad de poder vacunarnos contra la covid después de la Navidad? Quizás respondan ante intereses políticos. Que un gobierno, sea quien sea, sea del color que sea, pueda solucionar esta gravísima crisis en la que estamos inmersos con una vacuna no tiene que ser plato de buen gusto para cualquier partido de la oposición. O quizás responda a intereses económicos. La carrera farmacéutica por hacerse con la primera vacuna contra el coronavirus parece que tiene un ganador: Pfizer y BioNTech. Quién nos asegura que, supuestamente, no se han puesto los ventiladores en funcionamiento para desprestigiar y generar dudas y posibles problemas a la farmacéutica que la ha producido. Así dará tiempo a que las otras, las que aún no están disponibles en el mercado, puedan llegar a la meta y así poder acceder a parte de tan suculento botín. Y es que hablamos de una buena cantidad de euros que, para algunos, sin escrúpulo alguno, bien vale la pena un buen puñado de contagiados más con tal de poder tener cerca de su mano un pellizco de los beneficios. Sea por lo que sea, apenas seis días después de la excelente noticia, cuando toda Europa se prepara para una vacunación que haga desaparecer la angustia de vivir con tal maligno virus, en España las campañas de desprestigio han calado. Según los datos que recoge el último barómetro del CIS en su última encuesta publicada, el 43,8% de la población española no estaría dispuesta a ponerse la vacuna.

Volviendo a mis rutinas mañaneras, aunque solo sean apenas sesenta segundos viendo las noticias, me resisto a renunciar a ese momento. Así fue como el otro día me enteré de una buenísima noticia: ¡Las bolsas suben! La disponibilidad de una vacuna para principio de año, volvemos a hablar de la Pfizer, parece que ha traído la alegría a las bolsas europeas ante la perspectiva de una pronta recuperación. Los inversores, y con el dinero no se juega, ya otean en el horizonte una vuelta a la normalidad y todo lo que eso trae consigo: más consumo, más comercio, más viajes, más crecimiento, más dinero para el inversor. El capitalismo es lo que tiene.

Por cierto, dicen que el secreto del cocido montañés recae en la calidad de las habichuelas y de las berzas. ¡No sé yo! Donde este el cocido de la Vega Baja, con un buen pollo casero y sus deliciosas e insuperables “pelotas”, como el que hacía mi abuela, que se quiten los cocidos madrileños, extremeños, cántabros, andaluces y hasta la olla gitana. De esto sé, de esto puedo opinar, los he probado todos. Aunque para gusto los colores.

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