Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Fur

La responsabilidad social en el turismo residencial

El 88% de los inversores españoles está abierto a incorporar factores sostenibles en sus carteras

Más allá del compromiso económico que, por supuesto, es imprescindible porque sin él nada es posible, hoy las empresas en cualquier sector y cualquiera que sea su dimensión, no pueden obviar los compromisos laboral, social y medioambiental en el desarrollo de su actividad, cada una a su nivel y con su tamaño, pero todas enfocadas a la mejora continua del entorno que las rodea y que, en el límite, podemos considerar que es el mundo. Es lo que cada día entendemos mejor como Responsabilidad Social Empresarial, un modelo de gestión que implica a todos los grupos de interés en la empresa, que incorporan su aportación y sus intereses en el proceso de creación de valor compartido.

Y si para todas las empresas es importante, aún lo es más para las que trabajamos en el sector inmobiliario, tanto por el impacto directo que nuestra actividad puede tener sobre el medio ambiente, como por una imagen injusta de depredadores del territorio con la que nos asocia una parte de la sociedad, cuando nuestro trabajo es imprescindible para la mejora continua de esa sociedad.

Trabajamos y desarrollamos el territorio para hacerlo más habitable por las personas, protegiendo simultáneamente el entorno natural que constituye nuestra materia prima básica y la que aporta una parte muy importante del valor social que somos capaces de generar, atendiendo siempre a la legislación vigente y siendo, incluso, más exigentes que la propia ley en todos los aspectos relacionados con la protección del entorno y el bienestar de las personas; incorporando en nuestro trabajo, además, el concepto de Desarrollo Sostenible (mejorar hoy sin hipotecar el futuro), así como la idea de no dejar a nadie atrás, especialmente importante en esta etapa que debería ser de salida de las crisis ocasionadas por la COVID-19.

Sin embargo, la crisis que afectó a nuestro país desde la segunda mitad de 2007, de la que ya estábamos saliendo cuando ha impactado con una fuerza aún mayor la COVID-19, dificultó el desarrollo de la RSC a la velocidad que habría sido deseable, por la obsesión –que debemos entender como razonable– de las empresas por salvar el día a día, dejando el largo plazo para tiempos mejores. Y la Responsabilidad Social como instrumento de gestión empresarial solo puede responder a un planteamiento estratégico, a largo plazo, de la empresa.

Un concepto que se acuñó al principio y durante muchos de estos años pasados, era que estos temas de RSC solo son de aplicación en las grandes compañías, lo que dejaba fuera a la mayoría de las empresas familiares, que son el soporte básico de nuestro tejido industrial. Afortunadamente esta percepción está cambiando con rapidez, tanto desde la población en general como desde el propio sector de la construcción. Cualquier empresa, familiar o no, que no muestre un compromiso expreso con el desarrollo armónico del entorno en que se desenvuelve, tiene muy difícil sobrevivir.

Naturalmente, las empresas pretendemos ganar dinero. Es mucho lo que nos jugamos en términos de empleo, crecimiento, innovación, mejoras sociales, redistribución de la riqueza, etc., pero no a cualquier precio. Lo tenemos que hacer integrando en nuestro ADN, en nuestra visión a largo plazo, el concepto de creación de valor compartido por todos los grupos de interés. En definitiva, en nuestra forma de hacer empresa.

Esta orientación, que era muy importante en el momento de su planteamiento allá por 2001 con la publicación del Libro Blanco de la Responsabilidad Social por la Unión Europea, adquiere relevancia especial en estos momentos, tras la irrupción de la COVID-19 y las emergencias sanitaria, social y económica asociadas, cuya solución exige el compromiso compartido de todos los actores sociales, gobiernos, empresas y personas, con una actuación especialmente responsable por parte de las empresas tras el control sanitario, en cuyas manos está una parte importante de la corrección de la emergencia social, que solo será sostenible si las empresas son capaces de retomar –con el apoyo sin fisuras de la Administración– de nuevo la senda del crecimiento y la creación de empleo, única vía real para evitar que nadie se quede atrás en la imprescindible recuperación social.

Me viene a la cabeza aquel pequeño relato que en alguna ocasión he comentado: ante un incendio de grandes dimensiones, un pequeño gorrión, con una gota de agua en el pico, sobrevuela el fuego y deja caer el agua sobre el mismo. Un gran pájaro se acerca al gorrión y le dice “para que te expones con una sola gota de agua”, a lo que el gorrión contesta “yo hago mi parte”.

Y de eso se trata, de que todos hagamos nuestra parte, de que todos aportemos a la mejora continua de la sociedad que tenemos, sin esperar necesariamente contraprestación inmediata. Si el mundo evoluciona en positivo, todos mejoraremos, y está en nuestras manos conseguirlo. En manos de las personas y en gran medida en manos de las empresas –con el concurso en todos los casos imprescindible de las administraciones, cuya función es básicamente la de fijar prioridades, ordenar y facilitar los caminos para que ese compromiso pueda concretarse–, está esa necesaria evolución social positiva.

Y cuando uno siembra, acaba recogiendo la cosecha. La evolución debe ser de todos y en eso está trabajando con intensidad nuestra asociación, PROVIA, pero el compromiso, como en tantos otros temas, tiene que ser individual, de cada una de las compañías. Ese compromiso social es algo que en el grupo empresarial en el que me inscribo, el Grupo Marjal, está en el ADN, lo tenemos integrado desde nuestra creación hace ya 40 años, y hemos evolucionado a lo largo de este tiempo para adaptarlo a las necesidades y expectativas específicas del entorno acerca de la labor de las empresas. Como el gorrión, en el Grupo Marjal intentamos hacer nuestra parte, a la vez que contribuimos desde PROVIA a mejorar la realidad y la percepción social de un sector líder y hoy imprescindible en la economía provincial.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats