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Martín Caicoya

Razones para el optimismo

Los nuevos fármacos para frenar el covid-19

Análisis de una prueba PCR.

Nos encontramos en un momento interesante dentro de esta desgraciada epidemia. Dos compañías anunciaron que su vacuna es eficaz entre el 90 y el 95%. Se trataba de un análisis intermedio. Es normal en los ensayos clínicos. El objetivo es, por un lado, que el grupo control y la sociedad en conjunto se beneficien de esa eficacia, y por otro, ahorrar en los inmensos costes.

La primera vez que se hizo un análisis intermedio supuso un escándalo mayúsculo. Fue en el ensayo clínico que examinaba la eficacia de la Aspirina en la prevención cardiovascular y de los betacarotenos en el cáncer de pulmón. Sin haberlo planeado, se examinaron los datos antes de lo prescrito, algo prohibido en la pulcra estadística de los ensayos clínicos. Se demostraba fehacientemente que la Aspirina evitaba infartos. Se suspendió esa parte del estudio y desde entonces se recomienda la aspirina a días alternos en los sujetos de riesgo. Y también desde entonces se incluye, ya como parte del diseño, el análisis intermedio. Para hacerlo se ajustan los modelos estadísticos. En el caso de los estudios de la vacuna, los resultados intermedios eran robustos pero se mantuvo para acumular los casos previstos, más de 150 casos. Y ya hemos visto, en uno de ellos, que las diferencias no cambiaron. Seguir con el estudio podría tener el objeto de acumular más casos para hacer análisis por su grupos, edad, etcétera, lo que tendría que estar predeterminado. También, dar oportunidad a efectos secundarios

Esa buena noticia se une a otra que a mí me parece casi tan importante. Y es que la inmunidad que produce la infección por Sars-CoV-2 es duradera y potencialmente eficaz. Había dudas y temores. Sobre todo porque se habían comunicado casos de reinfección, menos de una docena. Tras haber tenido una PCR positiva, se había negativizado en repetidas muestras. De varios de ellos se pudo estudiar el genoma: no coincidían. Es decir, era una reinfección, no que el virus adormecido hubiera permanecido dentro y, aprovechando circunstancias favorables, hubiera despertado. Eso pasa mucho con algunas bacterias, en concreto, con la de la tuberculosis. Es más raro con los virus, pero puede ocurrir. El del sida puede estar meses acantonado en un leucocito esperando. No parece que sea el caso de Sars-CoV-2, o al menos no lo es en los pacientes estudiados. Además, de los varios millones de infecciones que ya se han comunicado, solo menos de una docena son reinfecciones. Es, por tanto, una eventualidad rara. 

Pero se sabía que los anticuerpos en muchos sujetos tras la infección tienden a disminuir, incluso a desaparecer. Inquietaba. Aunque podría ser una estrategia de economía: no fabrico anticuerpos, que es muy caro, si no hay necesidad. Sin embargo, lo que sí se mantiene son los leucocitos activados contra ese virus: tanto los B como los T. Los primeros son los que fabrican anticuerpos, impiden la infección porque se lanzan sobre el virus antes de que ingrese en la célula que coloniza. Digamos que esterilizan. Los segundos tiene una función más tardía, buscan células colonizadas y las destruyen. Evitan la enfermedad, sobre todo la enfermedad grave. El que haya muchos linfocitos T en los sujetos que sufrieron la infección es una noticia excelente. 

Pero hay más cosas ilusionantes. Nadie podía imaginar que en tan poco tiempo se pudiera diseñar una prueba para hacer en casa. Al igual que la PCR, el LAMP copia repetidamente material genético hasta que alcanza niveles detectables. Eso permite identificar el virus incluso cuando está presente en números muy bajo. Es menos fiable, pero estratégica y operativamente es muy interesante. El precio puede ser aceptable.

Y estamos pendientes de los resultados que pueda tener el tratamiento con anticuerpos monoclonales. Hay mucha lógica en ello, pero también muchos fracasos. En EE UU se acaba de autorizar el tratamiento con bamlanivimab (el final del nombre indica que es anticuerpo monoclonal –monoclonal antibody– para administrarlo a pacientes recién infectados). En el estudio sobre 452 pacientes se evitaron el 72% de los ingresos. Sin embargo, es ineficaz en pacientes graves, incluso se suspendió el estudio que examinaba ese aspecto. Este medicamento de Ely Lilly compite con el de Regeneron, un cóctel de dos anticuerpos monoclonales que se examinó en 799 pacientes con enfermedad leve: evitó que el 52% acudiera al médico o al hospital. Seguramente pronto será autorizado.

Solo los seres humanos podemos imaginar el futuro. Un futuro que se puede mirar con optimismo en contraste con el horrible presente. Se percibe el resultado del esfuerzo y la inteligencia de los científicos, de los frutos de la tecnología y la ciencia, y de la cuantiosa inversión de los gobiernos y ONG, además de la propia de las empresas; estas, movidas por el afán de lucro, y también por la satisfacción de colaborar a vencer esta amenaza. Así que creo que pronto tendremos medios para controlar la epidemia y vivir más tranquilos. Hasta entonces, precaución.

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